¿Cuál es el motivo de esta entrada?

Ahora no termina la programación de televisión. Tampoco se cierra el periódico. A lo mejor no hay nadie al otro lado, pero la sensación que tienes es otra. Si los Lakers ganan su partido, puede que alguien nos lo cuente (aquí, claro) a las cuatro de la mañana. Esto mismo se ha aplicado a la vida particular. Alguien te manda un correo de madrugada y, dependiendo de lo importante que seas, tendrás que responder (los jodidos son los que están en medio). La gente se enfada si no tiene tu número de móvil y te niegas a dárselo. Parece que existe un derecho a la respuesta inmediata, da igual que en ese momento estés jiñando. Hemos llegado al punto de considerar como placeres insondables el sentarte al lado de una chimenea y no abrir la boca. No crean que estoy melancólico. No añoro el ruido blanco de la televisión cuando se acababan las señales. Un coñazo insufrible producto básicamente de las propias tripas del aparato (aerofagia útil para obtener confesiones), aunque lo utilicen los espíritus para comunicarse desde el más allá. Si al menos hubiéramos vivido a dos grados kelvin podríamos haber tenido una experiencia religiosa, estilo Akutagawa. Tampoco añoro mucho (bueno, un poco sí), las noches de invierno en el «hotelito» paterno, al lado de la chimenea. Calor por un lado y frío por otro. Pero joder, nos hemos pasado. Nos hemos convertido en señales para un GPS, todos en una partida gigantesca de comecocos, yendo a toda hostia, girando, subiendo, bajando, metiéndote en un túnel para salir por el mismo lado. Si hasta está reglamentado cuando te sales del tiesto: con seguros y certificados de calidad y hay un tío que te explica cómo sobrevivir en el Kalahari y se bebe su meado, ¡a pesar de tener al lado el equipo de producción! La fagocitación es tan bestial que las catástrofes naturales nos las cuentan en vivo (perdón por el sarcasmo) y en directo, tuiteando, y sale en el mismo sitio en el que hablas (a saber) con el «pianista nº 1» del mundo. Lo de la socialización del riesgo ha llegado a límites tan exagerados que el Behemot y el Leviatán se han convertido en una mezcla de actuario de seguros, publicista y mercachifle. Tanto control y tan banal, terminará pasando factura. Y no la pagará nadie porque el dinero público no es de nadie.(Si le ha gustado lo que he escrito en el párrafo anterior es usted un simple. Se trata de un montón de lugares comunes sobre mejores tiempos pasados que no hacen más que repetirse en todas las épocas. El aumento de la esperanza y la calidad de vida son tan evidentes y objetivos, y el olvido de la «parte mala» de esas épocas añoradas tan enorme, que parece mentira que tanta gente se deje convencer)

((Mmmm … El señor «objetivo» es muy objetivo en todo, salvo en el «parece mentira». Digamos que huye de la pregunta adecuada))

(((La pregunta se responde fácilmente: nos olvidamos de lo malo con gran facilidad. Por eso la infancia suele ser un lugar estupendo para refugiarse)))

A partir de aquí, sigan ustedes; me llaman al móvil.

25 comentarios en “¿Cuál es el motivo de esta entrada?

  1. A Tse le dolió que no le llamase cabrito por su cobardía golpista y quería conseguirlo engañando al lector con la primera parte. Casi lo consigue el calificativo porque conmigo lo ha conseguido. Y al hecho de ser engañado se suma el cabreo por no poder desenfundar una fácil réplica.

          1. Tiro la toalla. Y parece que el pueblo también es de la opinión de que hay tantas posibilidades de ganar con un enigma de Tse «el transparente» que con un fondo de inversión gestionado por Dioni «el honrado».

  2. Me he almorzado un plato de fabada.

    Mientras he dado cuenta de ella atendía el telediario de La Uno.

    Mientras he dado cuenta de ella han contado tres noticias en blanco y negro. No sé qué de nos se qué guerra y no sé qué cuadros. Un japonés que ha muerto y se ha secado su bonsai. Y no sé qué de un barco hundido. Entremedios el pte de gobierno ha aprovechado para mostrarnos una vez más que el mundo empieza y acaba en su mundo. Acabé gritando como Mortadelo: no si es que le compro los periódicos al trapero [uy lo cadicho], al peso.

    Después han hablado de un tal CR9 y han dicho que ayer «había dado la cara». Con 2CJ.

    Sinceramente, añoro la publicidad en La Nuestra.

    (incluso cuando dicen, volvemos en cinco minutos)

    1. Lo que pasa es que a usted le gustan los anuncios. Hay uno de una especie de manta con forma de hábito que es genial. Si lo encuentro lo pondré algún día.

    2. De un tal CR9 han dicho que ayer le había dado EN la cara a un tal nariz-rota, por correr encogido. El golpe fue a la altura del pecho.

      Ya saben:

      – No me jodas
      – Pues no te agaches

  3. A Ñung también le irritaba el control fascista que su jefe Ong había establecido a base de garrota. La obligación de decir ongaonga al haber avistado bisontes, en lugar de su personal y rica imitación de los sonidos del animal, aceptada por la tribu en el pasado. Tiempos de libertad y de respeto a la expresión de la individualidad que ya no volverían.

  4. Al final todos los inventos del «progreso» se anulan entre sí. Por ejemplo, afectando a esta legítima reclamación tenemos el test de paternidad pero que se contrarresta por el preservativo.

    Sólo nos separan jabón y tijeras.

  5. Al primer interlocutor, la replica fácil es la de que además del argumento de que nuevas libertades y placeres se consiguen mediante el atornillamiento social del control y las restricciones. Pero la más demoledora es que las nuevas libertades y placeres no se consiguen prohibiendo las antiguas sino que es una superconjunto que incluye lo antiguo con lo nuevo como refinación restrictiva de lo antiguo.

    Los antiguos que recordamos con melancolía suele estar accesible durante un tiempo antes de caer en la obsolescencia. Por lo que ese lloro es bastante hipócrita, teniendo siempre a mano la justificación de que se ha traicionado aquello que se añora por la obligación social y el yugo de la mayoría.

    Pero para la obsolescencia social se requiere más tiempo generalmente que el de la memoria del individuo. Por supuesto que ahora sería ridículo reclamar la libertad vocal de Ñung porque nos dejaría fuera de la sociedad. Esta libertad ha quedado obsoleta por el tiempo transcurrido de progreso.

    Pero las añoranzas en el tiempo de una generación suelen estar ahí generalmente. Ahí está e campo abandonado con las huertas y la paz de la comunión con la naturaleza. Pero nos venimos a las ciudades. También en ellas tenemos la opción tan sencilla de apagar el móvil cuando queremos y buscar trabajos que no nos requieran ninguna interacción terminada la jornada. Pero estas elecciones que siguen estando disponibles no compensan los beneficios que obtenemos por lo sacrificado. De ello que resulta un lloro hipócrita.

    Se puede argüir que la añoranza es un destello de individualidad y rebeldía ya que la elección de subir al tren de la modernidad tampoco ha sido realmente una elección consciente en el que hayamos sopesado lo que renunciamos y ganamos. Ya vamos montados en el tren desde antes de tener uso de razón y seguimos a la tribu con nuestros impulsos gregarios y sociales.

  6. Querido, ese principio te ha quedado muy *joserra*, tipo «las calles están ya vacías y yo me dirijo a ti, que estás ahí, al otro lado».

  7. Cuál es el motivo, dice. Como si no lo supiera: joder al personal. Pues no, mire, yo es que siempre me recuerdo más joven. Ya, ya sé que lo normal es recordarse viejo, mas por ahí no paso. Por no hablar de esos trece meses de vacaciones en Baqueira Beret con cursos de escalada y esquí pagados por nadie (dinero público). Bah, a mí me va a decir, con lo bien que me lo pasé en la mili y todos aquellos pijos en sus Ferraris pagando un dineral por lo que yo tenía gratis.

  8. El único que se ha esforzado ha sido usted, Gatopardo: así que se lo contaré personalmente, la próxima vez que nos veamos.

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