La historia de una conspiración

Ayer me referí a una historia autobiográfica que podía ilustrar mi diagnóstico de los males, lo que implica, como ven, que me apropio de la propuesta que hace Ana Nuño. Cuando distinguía entre lo que está mal y que esté mal cómo decidimos, no quería decir la banalidad de que escoger un procedimiento no suponga tomar una decisión, y que para decidir no sea preciso hacer ese diagnóstico de los males pasados. En realidad, lo que quería es hablar de lo primero que hacemos mal. Se trata de la vieja máxima acerca de los fines y de los medios, y de cómo se tiende a pensar que un atajo es buena solución si lo que buscamos merece la pena, aunque tomarlo suponga saltarse un par de reglas. Esa postura se defenderá aludiendo a la realpolitik y su crítica recibirá calificativos como ingenua o adanista. Siempre me ha sorprendido la ignorancia de los que piensan así. Se creen maquiavelos y sólo son idiotas que ignoran que las sociedades más prósperas son las que tienen reglas más claras y en las que incumplirlas tiene un coste. Así que, antes de discutir sobre si somos liberales o socialdemócratas, o si sobre estamos a favor de las energías alternativas o de la energía nuclear, hay que tomar decisiones sobre cómo decidir y, sobre todo, tener la voluntad de cumplir con las reglas siempre.

Cuando entré en Ciudadanos, el partido no existía. Fui, como delegado, a un congreso en el que se aprobó, con mucho ruido y muchas discusiones, un ideario con el que podía (con algunas excepciones) estar de acuerdo. Y me eligieron miembro del Consejo General. Yo era de los pocos que venía de fuera de Cataluña. El congreso fue cocinado, pero dejemos eso. Era un partido nuevo y había allí mucha gente con ideas muy diferentes. La mayoría venía de la izquierda. El caso es que, casi desde el principio, los que mandaban decidieron saltarse las reglas aprobadas. Algunos pocos lo denunciamos desde el primer día. Como había unas elecciones muy cerca, todo eso se tapó, y el éxito fue catastrófico y así lo dijimos algunos, porque el éxito parecía legitimar a los líderes. La situación fue empeorando, y en muy pocos meses, el caciquismo era tan grave que unos cuantos solicitamos que se convocase un Consejo General para destituir al Secretario del partido. En ese momento yo era Coordinador de la Agrupación de Madrid, y un amigo, lector de este blog, lo era de la Federación del «resto de España». Cuando el propio Secretario General me comunicó que el Comité Ejecutivo había decidido pasarse por el forro los Estatutos e impedir a la Agrupación de Madrid presentarse a las elecciones municipales y autonómicas, decidí dimitir. Lo hice fundamentalmente para intentar provocar la caída del Secretario General y para intentar provocar un cambio de rumbo. Lo más acojonante era que yo estaba de acuerdo con el Comité Ejecutivo: no debíamos presentarnos en aquel momento, pero no la decisión era de los afiliados. El problema, una vez más, no era de discurso o de línea política. Era previo. De autoritarismo y arbitrariedad. Mi dimisión fue notificada a todos los afiliados y a todos los miembros de los órganos del partido y expliqué con todo lujo de detalles las presiones inadmisibles e ilegales del Comité Ejecutivo. Esa comunicación provocó otro Consejo General en el que el Secretario General, tras afirmar que se iría si no le apoyaba la mayoría del Consejo, terminó quedándose pese a existir más votos favorables a su cese, porque no se alcanzó la mayoría absoluta por unos pocos votos (se habían ausentado miembros del Consejo General).

Yo seguía siendo afiliado cuando nació la conspiración. Las elecciones municipales iban a celebrarse a finales de mayo de 2007. Y un mes después sería el segundo congreso del partido. Lós que mandaban en la Agrupación de Madrid tras mi dimisión habían pactado con Albert Rivera y se presumía su apoyo, pero se sabía que había un movimiento muy fuerte de afiliados que estaba en contra de esa línea de apoyo a los que mandaban en Ciudadanos. Así que los «descontentos» empezaron a plantearse como organizar un movimiento de resistencia que pudiera llegar a ganar ese congreso. En una cena celebrada en Madrid en mayo de 2007, se fijó la estrategia. Había, por así decirlo, dos visiones del problema. Algunos que habían tenido un gran papel en los orígenes del partido, consideraban que el problema era ideológico y que el partido se estaba convirtiendo en una especie de PSC no nacionalista, frente a lo que debía ser: un movimiento liberal (en el sentido anglosajón), moderno, transversal y, digamos, 3.0. Otros, yo entre ellos, decíamos que el problema no era la línea ideológica, sino el caciquismo y la corrupción. Curiosamente, prevaleció esta segunda posición, y se me encargó escribir un «manifiesto» que pudiera servir de anuncio de salida y proponer una estrategia general. Sostuve entonces que el manifiesto debía publicarse en la página del partido el mismo día de las elecciones, pero una vez cerradas las votaciones. No podía esperarse más, pero no debíamos ser acusados de quintacolumnistas. Y así se acordó. Escribí el manifiesto. Lo vieron unas cincuenta personas en el partido. La mayoría eran cargos medios que tenían cierto predicamento en sus agrupaciones. Las razones las podrán leer ahora, pero la idea básica era trasladar que todos los que habían llevado al partido a esa situación debían pagar por ello. Todos sin excepción. Sin embargo, dentro del grupo conspirador se encontraban algunos de los culpables. Habían fracasado, pero no querían cambiar el partido, sino tomar el poder e imponer sus ideas. No criticaban las formas de los otros, solo se quejaban de que no pintaban nada, a pesar de haber sido tan importantes en sus inicios.

Lo que ocurrió fue previsible. Cuando empezamos a hacer cálculos, vimos que podíamos ganar. Sin embargo, una dirigente del partido, que formaba parte de nuestra «conspiración» se adelantó y publicó su propio «manifiesto». No se parecía en nada al mío. No hablaba de la arbitrariedad, del incumplimiento de las reglas, o del caciquismo. Hablaba de cuestiones políticas. Le había entrado el pánico; el miedo a verse apartada, otra vez más, y decidió dinamitar la alternativa. No fue desautorizada, por amistad o por gratitud, por algunas personas que luego dirían que había sido un error. En realidad, había sido una cacicada más. Mi manifiesto no llegó a publicarse, hasta hoy. El resultado de su maniobra fue el predecible: la gente que podía haber aceptado un movimiento regenerador, sólo vio que algunos de los responsables del fiasco querían mover del sitio a Rivera y los suyos. Yo dejé el partido en ese momento, y muchas personas que habrían podido ir al congreso a realizar un último intento de salvación del partido, hicieron lo mismo. Al final se articuló una alternativa, pero había nacido sin credibilidad.

Tampoco fue una sorpresa. Nueve meses antes, en una reunión en cierto bar de Chamberí, rodeados de cervezas y cachondeo, unos cuantos anticipamos que no tardaríamos más de seis meses en dejar el partido. Trabajamos para que no se cumpliera la profecía, pero se impuso el mal español.

Este es el manifiesto. Disculpen su pequeño tono panfletario.


MANIFIESTO
EL PARTIDO QUE QUISIMOS: DIAGNÓSTICO Y SOLUCIONES


Estimados compañeros de partido: nuestro proyecto está en peligro. Como somos, y hemos decidido seguir siendo, ciudadanos libres e iguales, os presentamos abierta y meditadamente las razones de nuestra preocupación y las bases para la recuperación del rumbo perdido.

No pretendemos alarmar sin motivo, ni desanimaros. Pero la verdad debe prevalecer porque sin ella no somos nada. Si hay una razón, un pegamento que nos une a todos, ése es la recuperación de la dignidad. Si aborrecemos el paternalismo y la mentira no podemos permitir que se instalen dentro de nuestra casa. Sólo seremos un espejo en el que se puedan reflejar las corrupciones del sistema político si no amparamos o toleramos las nuestras.

¿Qué ha pasado para que un partido que tiene menos de un año de vida parezca viejo? ¿Cómo es posible que estemos reproduciendo, a gran velocidad, las conductas contra las que queríamos luchar y resistirnos? ¿Qué se debe cambiar para evitar la descomposición? Si somos capaces de responder a estas preguntas y recordar el vigor de nuestro impulso originario, podremos extirpar las malas prácticas. Seguiremos siendo una organización perfectible y se continuarán cometiendo errores, pero no nos convertiremos en otro partido político más. No podemos consentir que, por inacción o por no ser acusados de derrotismo, Ciudadanos naufrague o, lo que es peor, se transforme en un trampolín para la proyección personal de los que no hacen ascos a la manipulación y el sectarismo.

Por eso, aunque desagradable, es necesario hacer inventario de lo que no ha debido pasar. Sólo así podremos diagnosticar el origen de la desviación en el poder y cambiar las reglas para evitar que vuelva a suceder:

A) La transparencia falló en origen, porque la ejecutiva del partido nació de pactos no formulados o desconocidos. Y un órgano que se prometía como equipo de trabajo se reveló como una jaula de grillos, constantemente enfrentados entre sí, sin un programa político. Los delegados no eligieron un Presidente y un Secretario General, eligieron una lista. La improvisación, la impericia o el secreto impusieron una estructura no colegiada encabezada por quienes no habían sido designados expresamente por los delegados, y avalada únicamente por el deseo de enterrar las tensiones previas al congreso. Esto no puede volver a suceder.

B) A su vez, la práctica cambió Ciudadanos de un partido nacido desde la base, con un espíritu real de participación de los afiliados a través de las agrupaciones, en un partido presidencialista, en el que el Presidente y el Secretario General acumulaban funciones y se convertían en órganos de control, auténticos cuellos de botella para la participación y el trabajo de los cientos de afiliados capaces y dispuestos.

C) Las discrepancias en el seno del Comité Ejecutivo y la acumulación exagerada de funciones en el Presidente y el Secretario General se sumaron para provocar una parálisis extraordinaria en el desarrollo y expansión del Partido. Hasta las elecciones autonómicas, esa parálisis se pudo solventar con el esfuerzo, la ilusión y la dedicación extraordinaria de los afiliados. Sin embargo, tras el éxito electoral, los males estructurales se manifestaron de forma cada vez más evidente y destructiva.

D) La desastrosa gestión de la administración y organización internas provocaron una excesiva concentración, tanto del Comité Ejecutivo, como del Consejo General en cuestiones primarias, hasta el punto de discutirse por dos veces, en el seno del Consejo General, una separación del Secretario General de su cargo. Eso ha impedido que ambos órganos se ocupasen en la labor de desarrollar, con la participación universal y organizada de los afiliados, un programa político innovador y reformista, radical en la defensa de los principios recogidos en el Ideario. Y ha provocado que la acción política de Ciudadanos y, en particular de sus parlamentarios, haya sido de menor entidad y relevancia de la que era necesaria.

E) Se ha incumplido la voluntad de los afiliados. El miedo al crecimiento del partido, en particular fuera de Cataluña, se ha traducido en un nulo apoyo a las agrupaciones del resto de España. Las palabras y promesas han ido por un lado y los hechos, los tozudos hechos, por otro.

F) La transparencia ha brillado pero por su ausencia. El Comité Ejecutivo ha tenido que ser reprendido de forma muy grave por el Consejo General, ante las opacidades en la adopción de acuerdos, y ante la imposibilidad de controlar la gestión de la Ejecutiva por el simple procedimiento de desatender sus requerimientos y retrasar la adopción de medidas imprescindibles. Lo sucedido en relación a la financiación de las agrupaciones, rendición de cuentas, presentación del presupuesto, aprobación de protocolos, constitución de las federaciones y contratación de empleados demuestran una incompetencia objetiva y un deseo de evitar la fiscalización absolutamente incompatibles con nuestros principios y reglas.

G) Las banderías y peleas internas han alcanzado a todos los órganos del partido, incluyendo al Consejo General y su mesa (con peticiones de destitución de su presidente y dimisión de su secretaria), y a la Comisión de garantías. A su vez, el enconamiento de las posiciones y la ausencia manifiesta de liderazgo político ha producido una avalancha de reclamaciones en la Comisión de Garantías que ha terminado convirtiéndose, en ocasiones, en órgano dirimente de disputas políticas y no legales.

H) Las acusaciones de comportamientos poco democráticos e incluso caciquiles, respecto a los máximos órganos del partido, por intrusismo en las funciones atribuidas a otros de carácter inferior, han generado una honda preocupación en los afiliados, que observan como, de nuevo ante la apatía o ausencia de respuesta por quienes debían darla, se describen comportamientos auspiciados desde la “cúpula” a favor de profesionales del “cambio de chaqueta” y del arribismo.

Todos esos hechos han producido parálisis, ausencia de acción política, ralentización en el crecimiento, alineamientos en bandos irreconciliables que, ante el incumplimiento, por acción u omisión, de las normas, terminan comportándose, todos ellos, de forma sectaria, impidiéndose el trabajo creativo y la integración de personas y propuestas. Esos comportamiento, nos tememos, se verán agravados de cara a la próxima asamblea, si no se efectúa un esfuerzo que debe estar fundamentado en el reconocimiento de los graves errores cometidos. Y no basta con hacer propósito de enmienda. Las organizaciones complejas necesitan de reglas claras y estructuras profilácticas.

Por esa razón, y con el ánimo no de agotar, sino de iniciar un debate profundo, abierto a todos y transparente, proponemos lo siguiente:

A) Las funciones referidas a la organización interna deben corresponder a una Secretaría General, que debe ser un órgano colegiado que adopte sus acuerdos por mayoría, sin perjuicio de la distribución, entre sus miembros, de funciones específicas y sin perjuicio de que se designe un Secretario General, por mayoría, entre sus miembros, que podrán, en consecuencia, removerlo. Debe ser incompatible ejercer un cargo público y ser miembro de la Secretaría General. Los miembros de la Secretaría General deben elegirse en Asamblea y sólo deben poder ser removidos con una mayoría cualificada del Consejo general.

B) Al Comité Ejecutivo le debe corresponder las tareas de contenido político. Se tratará de un órgano colegiado que adopte sus acuerdos por mayoría, sin perjuicio de la distribución, entre sus miembros, de funciones específicas. El presidente tendrá exclusivamente funciones representativas. Se designará un portavoz distinto de su presidente. Los miembros del Comité Ejecutivo deben elegirse en Asamblea y sólo deben poder ser removidos con una mayoría cualificada del Consejo general.

C) El Consejo General deberá ocuparse de aprobar las grandes líneas políticas, los reglamentos internos, las cuentas, los presupuestos, la presentación a elecciones y la aprobación de las listas electorales. Y le incumbirá la tarea de preparación de las Asambleas generales. La convocatoria del Consejo corresponderá a su Presidente, que deberá automáticamente convocar el Consejo y en un plazo determinado si lo pide determinado número de consejeros. De no hacerlo se considerará hecha la convocatoria incluso contra su oposición. De su seno se designará una comisión de conflictos, para resolver los que pudieran surgir entre la Secretaría General y el Comité Ejecutivo. Así mismo, será función prioritaria la implantación de un sistema de consulta directa, vinculante y fiable a los afiliados sobre cuestiones trascendentes, y fijadas en un sistema de “numerus clausus” en los Estatutos. Los miembros del Consejo General deben elegirse en Asamblea y por las Federaciones y no pueden ser removidos.

D) Los recursos contra las decisiones de la Comisión de garantías serán resueltos en segunda instancia por una Comisión de Apelación que estará formada por un miembro de cada Federación, designado por el Consejo de cada una de éstas.

E) Deberán delimitarse de forma extensa y expresa los ámbitos de actuación de cada órgano y los límites de su autonomía, de forma que se impida la adopción de medidas que impliquen las injerencias y extralimitaciones de los órganos, sobre todo, los de rango superior.

F) Se designará por el Consejo General un tesorero y un interventor de cuentas, que no podrán formar parte del Comité Ejecutivo ni de la Secretaría General, a los que se deberá dotar de los medios precisos para el ejercicio de sus funciones.

G) No se podrán aprobar las Cuentas sin memoria explicativa que justifique la necesidad y oportunidad de los gastos en que se incurra.

H) Deben regularse estatutariamente la reversión al partido y control por parte de sus órganos de los ingresos que se perciban como consecuencia de los cargos electos, incluyendo una parte de los emolumentos que los mismos perciban.

I) La aprobación de nuevas agrupaciones y la estructura territorial de cada federación incumbe a éstas y a sus Consejos de Federación. Las Federaciones y las Agrupaciones percibirán automáticamente un porcentaje de los ingresos del Partido que se fijará en los Estatutos, del que podrán disponer libremente.

J) Se deberá desarrollar por parte de la Secretaría General, una base de datos en la que se recojan los currículum de los afiliados del Partido que así lo deseen, a fin de que sean considerados, con carácter preferente en todas las contrataciones que se produzcan y en la designación para la realización de tareas concretas.

En resumen, se hace precisa una modificación estatutaria que se base en los principios de división del trabajo y responsabilidades, contrapesos, definición clara de funciones y competencias, control, transparencia y democracia interna. Las soluciones aquí propuestas, y otras que se desarrollen, deben ajustarse a esos principios, sin perjuicio de su regulación detallada.

Por todo lo anterior, y a fin de que las razones y proposiciones expuestas puedan pasar al terreno de lo concreto, los firmantes de este manifiesto hemos decidido la creación de una plataforma temporal de afiliados que no tiene la vocación de convertirse en corriente permanente y que, en consecuencia, y habida cuenta su finalidad transitoria, no promoverá o defenderá concretas cuestiones ideológicas, ya que pretendemos que esté abierta a todos los afiliados que compartan el diagnóstico y las líneas planteadas como solución, cualquiera que sea su posición respecto del ideario de Ciudadanos y su programa político.

Si estás de acuerdo con esta iniciativa, dirígete a _____________________

Una vez transcurrido un período de XX días y comprobadas las adhesiones recibidas, el consejo provisional de la plataforma, formado por los firmantes originarios del mismo, aprobará un nuevo documento en el que se fijen las reglas y procedimientos para la discusión y aprobación de las medidas que, en línea con lo expuesto, permiten la recuperación del proyecto original de Ciudadanos.

Porque estamos hartos de las frase huecas y de las llamadas a la unión sin contenidos, que sólo sirven para esconder los liderazgos mesiánicos y la arbitrariedad, porque estamos hartos de que se califique de conspirador o saboteador a los que ejercen la crítica, y porque el partido es de todos sus afiliados y los que lo dirigen sólo administran un patrimonio moral y material común, es por lo que te pedimos que te sumes a nuestra iniciativa.

No nos interesa la historia más que como “maestra de la vida”. Rogamos, pues, que se abstengan los revanchistas. Ahora bien, no nos conformamos con el relativismo moral que altera el significado de las cosas. No aceptaremos componendas que permitan que las cosas cambien para que todo siga igual.

Gracias.

26 comentarios en “La historia de una conspiración

  1. Después de leer la entrada, los indignados de la Puerta del Sol deciden recoger sus bártulos y olvidarse de la política.

  2. Sí, pero ese defecto propio de un país de súbditos, y no de ciudadanos, no es sólo aplicable a la vieja máxima, como dice usted, de que «el fin justifica los medios», sino al asombro y la sorpresa que supone muchas veces el hecho de que las reglas, efectivamente, se cumplan. Por ejemplo, siempre me han sorprendido las protestas por la libertad a los etarras para inseminarse y cosas así, o por que pongan en libertad al Rafita, cuando son situaciones perfectamente previstas en la ley y previsibles. Cuando hay que protestar es cuando se promulga esa ley, no cuando se aplica y se ven sus efectos perversos (o no tan perversos). Usted dijo una vez que, en su biografía profesional, no había visto nunca a nadie que, pudiendo beneficiarse en un litigio gracias a una ley que supusiera putear a la otra parte más allá de lo justificable, no lo hiciera para no joderle la vida al otro. Pues esa «máxima» o «ley consuetudinaria de la abogacía» es la que hubiera debido hacer prever la avalancha de denuncias falsas de mujeres a maridos en proceso de divorcio, y no escandalizarse después de que ocurran esas cosas.

  3. [0] Me parece poco elegante poner Ana Nuño, tal cual, sin doña delante, ya que son su nombre y apellidos reales, así como es lógico no poner tratamiento a los que firmamos con nick.

  4. Taban en Chamberí rodeados de laurel. Como unos señores.
    ¿Qué es eso de fabricarte una favela para decir cuatro cosas?

  5. [0]
    «Se trata de la vieja máxima acerca de los fines y de los medios, y de cómo se tiende a pensar que un atajo es buena solución si lo que buscamos merece la pena, aunque tomarlo suponga saltarse un par de reglas.»

    Más claro, el agua.

    Sobre Ciudadanos, tómese en cuenta que las cacicadas, las zancadillas, las componendas a espaldas de compañeros y afiliados, todo eso venía estampillado «de origen» y quedó legitimado en aquel grotesco Primer Congreso. Donde, incapaces de organizarse las dos tendencias (que ya lo eran: para entendernos, los liberales y la izquierda) y competir sanamente (que en política quiere decir ideario, programa y reglas de organización mediante) por los votos de los afiliados, se acabó eligiendo a un Presidente (que aún funge) y un Secretario General (que ha querido fungir de todo, aun en otro partido) por el insólito método de seleccionar a los dos primeros de una lista confeccionada con el único criterio del orden alfabético de los nombres de pila… Así, si resulta que había dos afiliados llamados Albert el uno y Antonio el otro, pues nada, sencillísimo: pones al uno de cabeza de la lista y al otro de segundo.

    Por el mismo sistema, y puestos a ser coherentes, los de aquel Primer Congreso hubiesen debido «elegir» de Presidente y Secretario General al padre o la madre de los respectivos, en todo caso al que hubiera decidido bautizar a su hijo «Albert» o «Antonio».

    Como ven, en este caso ni siquiera se puede hablar de «atajos»: pura y dura componenda torticera.

    Y bueno, como parece que hay que rendir culto a la deidad autobiográfica, les diré que mi toalla, es decir la de mi participación en la formación del partido, la tiré definitivamente un mes antes de aquel Primer Congreso, en el que no participé. Como, por descontado, no me afilié nunca al partido (¡que había contribuido a crear! ¿Se puede ser más cretina?) ni volví ni a asomarme a lo que se cociera en aquella olla.

    La verdad es que aguanté mucho. Y cuando digo mucho, me refiero, claro, a aquel pesado clima conspiranoico que hizo que nos enfrentáramos primero y después nos distanciáramos los de «la banda de los quince». A golpe, no pocas veces, de descalificaciones ad hominem e insultos. Vamos, como si detrás de la excelsa máscara de «intelectuales» que nos colgaron los medios, sólo hubiera el rostro congestionado y vociferante de un vulgar troll en un blog de tercera.

    ¿Que por qué aguanté tanto? Pues por idiotez, por lo que sabiamente dice Tse: por convencerse uno de que «vale la pena». For the good of the cause. Por ceguera moral.

    Y no. No hay «causa» o «idea» que merezca, no ya envilecerse complotando, sino perder a un solo amigo.

  6. Tiene razón, Tse, pero es el santo mal de la patria hispana. Y es muy importante algo que dice y que me obliga a llevarle la contraria -en cierto modo- a Ana Nuño. En la rebelión que se oponía a la deriva caciquil-mesiánica había gente de toda condición ideológica pero que, precisamente, consideraba que antes que dicha discusión estaba la salvaguarda de los procedimientos y las normas. Por tanto, la pugna no fue nunca, por más que así se vendiera por interés, una conjura de liberales contra socialdemócratas. No, fue una rebelión de gente honesta y respetuosa de las normas contra marrulleros que, para colmo, se despachaban con una demagogia alucinante. La prueba de que lo que digo es así es que, fracasado totalmente el chiringuito, muchos de los «socialistas» del partido que habían caído en la trampa de creerse que había una conjura liberal, asqueados, se largaron, dejando constancia en correos personales de que se habían equivocado y que efectivamente la razón estaba del lado de los «rebeldes». Ni les cuento la cara que se les quedó cuando para las europeas Rivera decidió aliarse con un partido reaccionario y cuasiconfesional.

    También es muy importante otro aspecto que menciona Tse. A pesar de la coincidencia de su criterio con el del Comité Ejecutivo, la decisión debía tomarse según el poder que los EStatutos conferían a cada órgano, y no por imposición ilegítima del CE a los demás, cosa que, aprovechada por un sinvergüenza, habría sido de lo más fácil. Los de arriba quieren lo que yo quiero, pues para qué queremos más si ya está todo resuelto. La ley, las normas, no son una potestad que el poder aplica si le viene bien, sino que se cumplen siempre. Pero ése es uno de los males que nos asolan.

    Y lo más asqueroso fue la traición de ciertos exponentes dejando caer toda la estrategia por su propio interés, tras haberla cagado una y mil veces. Otro de los muchos errores cometidos fue no hablar abiertamente de la condición ideológica del partido que, por su manifiesto fundacional, era un partido de corte liberal-republicano, en su sentido original ambas palabras, aclaro. Era un error mencionar «socialismo democrático y liberalismo progresista», porque era entrar en el maldito mundo de la corrección política. Era evidente que no se trataba de socialismo real ni de los falsos liberales al modo de lo que se llama ahora ultraliberales o cosa así, sin que jamás haya conseguido entender qué coño tienen que ver con el liberalismo. Quiso ser, o la gente que contribuyó a crearlo así lo quería, un partido fiel a los postulados de las revoluciones democráticas. Ahora me estoy leyendo la memoria sobre educación pública que Jovellanos escribió desde su cautiverio. Más o menos, de eso se trataba aquel partido. Pero no había masa crítica, no hubo intención desde las alturas y hubo demasiado de legítimo resentimiento de mucha gente de la inmigración catalana que se había sentido traicionada por el PSC y creyeron poder reverdecer su esperanza en aquel chiringuito. No se dieron cuenta hasta el final que precisamente forzaron una situación que los llevó a quedar huérfanos, porque dentro del partido que originalmente se pensó habrían tenido la voz que necesitaban y las propuestas que los restituyeran en su dignidad. Ya les digo, sólo a toro pasado muchos de ellos se dieron cuenta y tuvieron la gallardía de reconocerlo. Tal cual se dio los primeros pasos, zas, a tirarlo todo por la borda. Fue una pena, pero era del todo inviable, sinceramente.

  7. Tuvo la opción de dimitir, como aquel ¿Salmerón?, antes de aplicar la pena de muerte a sus políticas sociales.

    Se lo dije aquí mismo, ¿dónde si no, para asegurarme que lo leyera? Le hubieran acusado de muchas cosas, pero al menos se habría ido con la cabeza alta y sus principios intactos.

    Pero se irá dejando una España desolada, y será recordado por eso. Por la ruina económica, la degeneración política y social y el aumento de la brecha entre las dos Españas, y también entre facciones del propio PSOE. Sólo espero que quien haga el papel de Bruto (¿Sergio Busquets?) no espere a los idus de Marzo. Que sea el nuevo gobierno el que redacte los PGE para 2012 y no perdamos otro año.

  8. A mí me sirvió para mucho, confirmé definitivamente que cataluña era una noción comercial y no tenía ninguna posibilidad de ser una nación…. Max Weber, lo había previsto: «las naciones siempre son un resultado, jamás un propósito«

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