Hubo un tiempo, ya fenecido, en el que las preguntas sobre una Cataluña independiente solo las hacían los partidarios de la secesión. Para los demás, hablar del asunto era un tabú, como si por el hecho de mencionar el escenario se fuera a abrir la tierra y emerger una legión de demonios. Algo parecido sucedió con la salida de Grecia del euro. Ningún político admitía esa posibilidad porque admitir una posibilidad parece hacerla real. Es simpático este irracional comportamiento; cualquier posibilidad es real salvo que contraríe las leyes de la naturaleza. Sin embargo, tratábamos la salida de Grecia del euro como si fuera un ejemplo de imposibilidad física y no solo algo improbable. No mentar la bicha es la manera moderna de santiguarse cuando pasa un gato negro.
Al final los hechos son tozudos. Los que se negaban a mentar la bicha no hablan ahora de otra cosa. Veamos esto. No hablamos de otra cosa porque hay mucha gente que quiere hablar de eso, que quiere ponerlo en la agenda. Y como hablar tiene un coste asumible, todo el mundo terminó pasando por las tontas horcas caudinas de la charla inane. Es otro éxito de la realidad. Pasa algo parecido con los catalanes que se manifiestan uniformados y llevan banderas. Son muchos, dan mucho la murga y eso es real. Puede que no nos guste a algunos, pero es real.
La cuestión es que los que hablan creen que esa realidad de su murga y su voluntad de poder no solo es real sino que tiene capacidad para cambiar otras realidades. Esas otras realidades son tremendas, aplastantes y tienen inercia. No están quietas, se mueven en una dirección. Un buen ejemplo es el de los refugiados. Yo, si fuera uno de ellos, correría. Correría como alma que lleva el diablo, porque la ventana de oportunidad se va a cerrar pronto.
Enumeraré algunas de esas realidades. Europa se está uniendo. La dirección es esa. El movimiento es ese. Hay tensiones, pero cada institución que se crea, cada acuerdo que se adopta, cada ley que se promulga aumentan el peso y la malla de intereses. Todos los movimientos que impidan, retrasen o dificulten ese proceso serán estrangulados por esa miríada de intereses cruzados. Otras realidades: en Europa hay Estados creados tras procesos históricos complejos, repletos de violencia y dolor. Bajo la sutura, en el mundo folclórico, perviven animales mitológicos que a veces enseñan los dientes. Los Estados pueden convivir con esos animales siempre que moren en el mundo de las ensoñaciones.
Con esto me basta. Lo interesante es que el éxito de algunos al introducir en la discusión pública de forma ruidosa ciertos asuntos les ha llevado a pensar que esa es la única realidad. Han decidido no darse cuenta de que por el hecho de que se discuta esas otras realidades no desaparecen. El caso más obvio y bochornoso es el de la pertenencia a la Unión Europea de un Estado que se secesiona unilateralmente. Es igual lo que se diga: la solución mágica a ese tremendo problema es negar que existe el problema. Viven como si la realidad de su discurso hiciera a su discurso real.
Lo más necio es no considerar esto: a veces es imposible que los demás acepten voluntariamente lo que quieres imponer. Es imposible aunque quieran. Las razones tienen que ver con el miedo al futuro, con el miedo a las consecuencias colaterales de decisiones que, sin ellas quizás aceptaríamos, y con la sensata idea, común a tantas especies animales, de que es mal negocio ceder al chantaje. Vean que hablo de comportamientos racionales.
Hay algo más. Es necio creer que nuestras apuestas no van a recibir una respuesta irracional, sobre todo cuando nuestras apuestas se basan en la amenaza derivada del daño producto de nuestro propio comportamiento irracional.
Sin embargo, existen carreras armamentísticas. La que llevó a la Primera Guerra Mundial la paró la realidad de los muertos en los campos de Europa y la destrucción masiva.
La realidad, al final, triunfa.