Hay mucha gente que dice que lo peor de Podemos es su cursilería, su uso impúdico del sentimentalismo. Enorme error. El populismo siempre intenta utilizar los canales irracionales, porque el análisis racional de la realidad es su peor enemigo. Cuanto mayor sea el componente populista en un partido o movimiento político, o en una ideología, mas habitual será el uso de conceptos generales como patria o pueblo y de hechos aislados escogidos que refuercen ciertos estereotipos. El sentimentalismo, incluso el sentimentalismo más casposo, es inevitable en Podemos porque solo simplificando, convirtiendo los asuntos y las propuestas en monigotes, puede tener éxito.
Lo peor de Podemos no es el sentimentalismo. Todos los partidos querrían poder utilizarlo, porque es un instrumento simple que produce réditos, pero algunos lo tienen muy difícil, porque la corrupción y los años de gobierno —la realidad— se lo ponen cuesta arriba. Por eso es tan habitual en los partidos nuevos: sobre la tabla rasa de su pasado pueden prometer el paraíso a los incautos. El problema de Podemos es que detrás de su sentimentalismo solo hay una tremenda inanidad que inunda incluso sus documentos programáticos, repletos de declaraciones de amor y ayunos de realidad.
No tengo nada en contra de reírnos de la cursilería pararreligiosa. Además, siempre hay que reírse del poderoso y estos lo son ya. Eso sí, no olviden, después de la última carcajada, que nos quieren obligar a ir a misa para explicarnos que el futuro está cerca, que los pecadores serán castigados y que tengamos paciencia mientras tanto.
Y como lo consigan los que se van a descojonar son ellos.