Hoy Alberto Garzón ha explicado que, aunque es comunista, la propiedad privada está garantizada con un gobierno de Podemos-IU. Ha utilizado como ejemplo su bicicleta. Al parecer se la robaron y clamó en tuiter, y los malvados neoliberales se chotearon de él. La única propiedad que está en «peligro» es la de los sectores estratégicos, ha dicho. Yo le creo: la propiedad de las bicicletas está garantizada.
Por cierto, le han preguntado por un país, de los que han implantado el comunismo (el molón, el científico, desde que el barbudo lo inventó), que pueda presentar como modelo, y ha dado unas largas cambiadas en directo con tanto vuelo que fijo le ha saltado un ojo a un contertulio. Él no es hombre de mitos, coge cosas de aquí y de allá: las comisiones de USA, la sanidad de Cuba y las brumas protestantes de los países nórdicos. Es un comunista transversal, un oxímoron con patas. ¿Para qué poner un ejemplo de país con régimen comunista pudiendo coger lo mejor de todas partes, aunque esas partes hayan nacido en países con regímenes totalmente incompatibles entre sí?
Y luego dice que no es mitómano.
* * * * *
Leo que Televisión Española no va a renovar la serie Cuéntame por el temilla fiscal de sus dos principales protagonistas.
Qué decisión más estúpida. En vez de aprovechar la publicidad gratuita y la necesidad de Duato y Arias de pasta para sobrevivir al fisco y a los vampiros que les van a chupar la sangre (vampiro: espectro o cadáver que, según ciertas creencias populares, y tras obtener una licenciatura y colegiarse, va por el día y la noche a chupar poco a poco la sangre de los los vivos), y proponer una vuelta de tuerca a la serie, van y pierden la oportunidad.
Convertir Cuéntame en una especie de Breaking bad a la española. El ascenso y caída de un hombre corriente que, en vez de abrir lavanderías para ocultar sus trapos sucios, abre productoras de televisión. Por allí podrían circular todos los estereotipos de villano que tanto éxito han tenido estos años en el consciente colectivo: constructores, políticos, banqueros, empresarios engominados, conseguidores, abogados, gerentes de partidos. Nadie sería completamente malo ni completamente bueno. Todos serían personajes llenos de grises, profundos y conmovedoramente repugnantes. Hasta podríamos incluir una subtrama venezolana, ustedes ya me entienden.
Imaginen la de dinero que se podría obtener solo con el merchandising. Muñequitos de los protagonistas con gafas oscuras que repitiesen, pulsando un botón, la frase: «la culpa fue de mi maldito asesor fiscal». ¿Y qué me dicen del reality que iría comparando la trama, temporada a temporada, con el devenir judicial del asunto?
Total, ya están condenados. Qué se puede perder rentabilizando el escándalo.