El pueblo ha hablado

 

Leo en El País un artículo sobre una violinista que tiene más de mil millones de visitas en youtube.

El artículo empieza hablando de Paganini y de una obra suya, tan difícil, tan difícil, que hay maestros que no la interpretan. Qué cosas. A lo mejor no la tocan —que al final las tocan todos— por coñazo, porque ya me contarán cómo se puede ser un maestro sin tener el nivel técnico que permita tocar los conciertos de Bartok, Berg, Brahms, Beethoven, Shostakóvich, la chacona de Bach o el Tzigane de Ravel. No seré yo el que se ponga a hacer clasificaciones sobre dificultad. Esas clasificaciones son un coñazo. Entre los méritos de una obra desde luego no está, en mi opinión, el de que esta sea más o menos difícil. Hay obras enormemente difíciles que son un tostón, mientras que otras, mucho más sencillas, son maravillosas.

Incluso en las más extraordinarias manos. Vean:

Y ahora escuchen esta maravilla:

Sí, les he engañado un poquito: el último movimiento de la sonata no es precisamente fácil. Podría echarle la culpa al violinista Pierre Rode, el tipo que la estrenó y para el que Beethoven compuso ese final. Es igual. Si no la conocían, seguro que me lo agradecen. Además, nos sirven para comparar a Paganini variando y a Beethoven variando.

De todas formas, el rollo de Paganini del artículo que enlazo sirve para explicarnos que tocar el violín es muy difícil, que el diablo siempre anda de por medio, que los padres de la violinista no tenían pasta más que para pagar un cuarto de hora semanal de música y que los de la industria del espectáculo no son muy espabilados, dado el enorme éxito de la protagonista, de nombre Lindsey Stirling.

Me ha podido la curiosidad, ante la promesa de un talento singular, y he decidido ver algunos vídeos de este fenómeno musical y les puedo decir, sin ánimo de equivocarme, que JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

 

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

Ay.

¿Mil trescientos millones de reproducciones? Me parecen poquísimas.

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