Hombres respetables

 

En muchas de las historias que aparecen en Atlas del bien y del mal —disponible en las mejores librerías— está presente el racismo. Es lógico, ha sido uno de los motores y señas de identidad más notables de las sociedades humanas, y se encuentra en el cerebro reptiliano de la ideología nacionalista. Pero escojo una de ellas. Creo que es especialmente adecuada, ya que, no solo se ocupa directa y esencialmente de esta cuestión, sino que se refiere a sucesos que terminaron llevando a calificar a los españoles como poco más que retrasados mentales portadores de enfermedades y costumbres salvajes.

La fantástica ilustración es de Alejandra Acosta.

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Agradecimientos

 

 

1 Montano El álbum de Tsevan Rabtan

2 Antonio Villarreal ¿Es su héroe un genocida? Descúbralo en el «Atlas del bien y del Mal» de Tsevan Rabtan

3 Ima Sanchís ¿La bondad y la maldad tienen motivos ocultos?

4 Javier Díaz-Guardiola Cuando el arte se convierte en papel de regalo

Antonio Ortiz 21 libros que el equipo de Xataka te recomienda para este fin de año

Javier Bilbao Atlas del bien y del mal

J. Ernesto Ayala-Dip Geografía de la infamia

Alberto Gayo: Geografía del populismo

9 Miguel Ángel Barroso: Los nuevos atlas rompen moldes (ABC cultural)

10 Manuel SolloTsevan Rabtan selecciona en «Atlas del bien y del mal» treinta y una anomalías históricas sobre tan sinuosa frontera territorial y moral

 

 

Vamos con la última

 

Como ya anuncié estos días de atrás en tuiter, el martes hay una presentación de Atlas del bien y del mal aquí:

Estáis invitados.

Esta es la última entrada que dedico al libro. Os dije que, al acercarse la presentación, explicaría cómo nació y «de qué va». Pues eso, que os lo explico.

Mi editor, Dante Hermo, se puso hace año y medio en contacto conmigo y me enseñó un mapa. En él se desperdigaban cincuenta o sesenta lugares que se relacionaban con historias que había ido contando en mis blogs. Creía que juntas podían formar un libro que interesase, que había un hilo conductor que las relacionaba. Por problemas de espacio, se tuvieron que reducir a 31. Las historias han sido revisadas y reescritas. Hay dos que son inéditas.

Es exactamente eso. Ni es ni pretende ser un libro académico. Carece de tesis. Todo lo más, de haber una, se reduce a la frase que cierra el libro (y aun así, esa frase exigiría algún paréntesis que no existe por necesidades dramáticas).

Ha sido maravillosamente ilustrado por Alejandra Acosta. Me ha gustado hacer el trabajo de recopilación, de reescritura, de revisión. Lo que me tocaba. El simple hecho de que se edite me hace feliz. Aunque se venda poco. Aunque decepcione. Me basta con jugar; ganar sería la hostia.

Entiéndanlo: no soy, ni pretendo ser, un autor. En todo caso, si han venido leyendo este blog, ya saben de qué hablo.

 

I’m a good girl, I am!

 

Voy a aprovechar que hoy es la víspera de la fecha en la que ve la luz el Atlas del bien y del mal y que no tengo ni idea de lo que va a ser de él, ahora que me ha declarado una DUI, para contar un par de cosas.

La primera, que hay una persona, de la que no voy a decir el nombre (porque no sé si le gustaría) [ya puedo decirlo: es Dante Hermo, mi editor en Planeta], a la que pueden echar la culpa de que el libro se edite. Nunca se me pasó por el magín que las cosas que contaba pudieran interesar a alguien hasta el punto de invertir dinero en ellas. Tampoco que eso que a veces he llamado mis temas funcionase como una trama que pudiera plasmarse en un mapa. Por eso me sorprendió tanto que alguien —un desconocido— me demostrase, desde el primer momento, que una mano invisible había hecho su trabajo a la manera de los peces de la mar océana, desperdigando trozos de mis obsesiones aleatoriamente, como en un método de Montecarlo. Siempre he presumido de analizarme de manera casi patológica, pero estaba equivocado. Esos análisis eran también trozos de obsesiones. Al final, los contornos de tu mapa siempre te los dibujan los demás.

La segunda, que el proceso de fijar un texto definitivo —que me ha parecido divertidísimo— me ha convertido en espectador privilegiado del trabajo fantástico de una serie de personas a las que no puedo poner ni cara ni nombre. Ya sé que así se ganan la vida, pero es lo que tiene ser como el rústico que llega a la gran ciudad.

Supongo que debería callarme. Hacerme el interesante. Empezar a fumar en pipa. Calzarme un fular. Fotografiarme con el puño en el mentón. No puedo. Aún ando más o menos así:

Gracias.

¡Inconcebible!

 

Queridos amigos, el próximo otoño saldrá a la venta un libro de Tsevan Rabtan, editado por Planeta (tranquilos, no me he convertido en uno de esos futbolistas que hablan en tercera persona).

Explicaré con detalle más cosas cuando se acerque la fecha, pero como ya hay bastantes personas que lo saben, he pensado que era hora de decirlo en este blog. Me ilusiona mucho que alguien haya creído que las historias que cuento merecen la pena hasta el punto de invertir su dinero en ellas.

Algunas personas leen este blog (y antes Rumbo a los mares del sur) desde hace muchos años. Toda la vida he sido un lector. Si escribo es por vanidad, y por la pulsión de soltar eso que se me ocurre o que me acaba de llamar la atención, pero supongo que si no hubiera sabido que alguien me leía habría desistido hace mucho.

Gracias por hacerme caso.