Hoy he ido zapeado un poco. En el último momento he pillado un documental del natgeo y por casualidad he visto una dramatización la truculenta historia de un varón atacado por un tigre, de los hechos que envolvieron el ataque y de cómo se desenvolvió. No sabía nada del documental antes de empezar a verlo, pero como me ha gustado mucho y aquí tenemos una sección de fauna salvaje voy a contarles la historia tal y como la recuerdo.
Digamos que Oleg Sojolov es un naturalista que trabaja en los bosques del lejano este: en la región fronteriza sinorrusa por donde discurre el río Amur. Sojolov observa el comportamiento de la fauna lugareña y un día de mediados de marzo topa con unas pisadas de un tigre de Amur, uno de los más grandes, más bellos, más esquivos y más esquilmados de los grandes felinos. Sojolov camina con su compañero Vitaly Serchinsky y cumplen a rajatabla con los protocolos de autoprotección. Van hablando alto, haciendo ruido y soltando bombas olorosas para que los felinos noten su presencia y les eviten. Y cuando se encuentran con la huellas Sojolov sigue el rastro en dirección contraria: alejándose del tigre. Sin embargo al subir un risco el tigre aparece sorpresivamente y ataca, le muerde las piernas, ruge un poco y se aleja con un cigarrillo en la boca.
¿Por qué un animal tan esquivo como el tigre de Amur ha atacado a un hombre? El equipo de investigación de ataques de tigres, americano por supuesto, viaja hacia la zona para descubrirlo.
Mientras tanto Sojolov ha quedado tendido en la nieve, mal herido y sin poder caminar. Serchinsky anda un poco acojonado pero sube el risco y ve a su compañero herido. Le proporciona alivio y cobijo pero poco puede hacer. Sojolov muestra más enterza y explica cómo tiene que hacerle el torniquete.
Nos enteramos de que los casos de ataques de tigre no son tan infrecuentes en la zona. Unos días antes, o unos días después, en la parte china una cuadrilla de guardas forestales regresaba a su base. De repente apareció un tigre y corrió hacia ellos. Eligió presa fácil, que resultó ser la única mujer del grupo, atacó y mató. Los compañeros volvieron asustaditos cuando los ruidos cesaron y se encontraron a su compañera muerta, y al cadáver del tigre también. El tigre estaba furioso y mortalmente herido porque hubo caído en un lazo-trampa para ciervo y prácticamente se había degollado tratando de escapar. El tigre, decimos, estaba desesperado y eso justificaba su ataque. Pero el caso de Sojolov es completamente diferente. No había ninguna evidencia de que el tigre estuviera herido.
También en el lado chino un pastor criaba ganado. De repente una vaca mugió desesperada. Ahí estaba el tigre. El pastor corrió hacia él y, correspondientemente, el tigre también corrío hacia él. Él le atacó. Él tuvo suerte de que su compañero llegara. ¿Dos contra uno? Me voy, pensó él. El tigre. El ataque tenía intenciones mortales: el tigre fue directo a la yugular pero falló. Tendría hambre, mucha hambre. Sin embargo el caso de Sojolov es diferente: atacó a las piernas. Una conservadora, americana por supuesto, del museo nacional de control y estudio de los grandes felinos nos cuenta que es muy raro que un tigre ataque a las piernas. Da oportunidades a la presa. Y si se tratara de un bóvido eso es potencialmente peligroso para el depredador, que elige el cuello para comprometer la yugular o fracturar las vértebras. Es todo muy muy extraño.
Finalmente nos enteramos de que un cazador ruso fue atacado por un tigre. El tigre era tigre y gilipollas, porque en la recreación el cazador caza al acecho y le escucha llegar por la espalda. Se levanta, monta el arma, dispara al aire y después al tigre. El tigre venía en bicicleta. Acierta el tiro y, también, lo falla. Acierta porque le da. Falla porque el equipo de criminalística forense de tigres, americano por supuesto, descubre que su tiro no era mortal. Pero el tigre llevaba otro balazo que le hubo afectado sus entrañas. La trayectoria sugiere que su entrada es lateral. El forense dictamina que alguien disparó al tigre sin que este lo atacara y que una o dos horas después atacó a nuestro cazador cuando ya estaba mal herido y desesperado; el tigre. Ninguna evidencia de un caso similar en el ataque a Sojolov que es un caso muy muy muy extraño.
Sojolov resposa sobre la nieve debilitado. Su compañero corre hacia la base. Son 25km de maratón sobre nieve y con temperaturas bajando. Debe procurar pronto ayuda, de lo contrario Sojolov morirá en mitad de la noche de agotamiento o por el ataque de un depredador.
El equipo de investigación forense, americano por supuesto, analiza las pruebas en el campo y descubre algo que se les hubo pasado por alto. Sojolov iba tras el rastro de unas huellas de tigre de unos ocho centímetros pero hallan también debajo de un haya otras huellas de tigre de unos doce centímetros.
Serchinsky alcanza la base y se organiza el rescate. Sojolov pasa una noche en el bosque pero sobrevive y se cura. Sojolov da entonces la clave que permite solucionar el caso, aparece en pantalla y cuenta que antes de ser atacado oyó dos veces el rugido del felino. Qué extraño. La forense bata-blanca americana-por-supuesto del equipo especial de comportamiento felínico declara que los tigres no suelen avisar de su ataque. Más les vale. Añade que, probablemente, el tigre estaba tan sorprendido por la presencia de Sojolov como éste por la presencia del tigre: se sorprendieron mutuamente en mitad del bosque. Esto es aún más extraño. Cómo va a sorprender un humano a un tigre. Quizá Sojolov oliera a tigre. O…
El equipo de trabajo de campo, americano por supuesto, sigue analizando las huellas. Conocemos que las huellas de las diferentes patas de un tigre pueden ser diferentes. Pero esa diferencia es, normalmente, de un centímetro. Cuatro centímetros de diferencia sólo puede significar una cosa. ¿Adivian? Habia dos tigres. Y eso es muy muy muy muy extraño. El tigre de Amur, al contrario que otros felinos como los leones, vive solo, caza solo, bebe solo y se masturba solo. ¿Por qué extraño motivo podía haber dos tigres en un espacio tan pequeño?
Por el tamaño de ellas el equipo de investigación, americano por supuesto, llega a una sorprendente conclusión tras concluir el análisis del tamaño relativo de las huellas: que una de ellas corresponde a una hembra y la otra corresponde a un macho. ¿Qué extraño?
Yo lo dejo aquí porque no quiero desvelarles qué pudo ocurrir para que una tarde del comienzo de la primavera, tras un largo, frío y tenebroso invierno, un tigre macho que estaba en compañía de una tigresa hembra no pudiera advertir la presencia próxima de un humano, lanzara rugidos de advertencia, atacara a las piernas como si no quisiera que la cosa fuera a más y se alejara tranquilamente con un cigarillo en la boca.