¿Negros racistas? ¡Imposible! Ni que fueran iguales a los blancos.

 

Hace un par de días, en el curso de un partido, el jugador de baloncesto Montrezl Harrell llamó a Luka Dončić  «blanquito» más un añadido injurioso. El asunto, tiempo atrás, habría quedado como un caso típico de salida de tono —por la frustración que producen los jugadores de leyenda en los mortales— o de intento de intimidación, qué más da. Y estaríamos hablando solo del dolor que tiene que estar sintiendo el amigo Harrell al ver al fantasma de las navidades futuras escribiendo una línea en la biografía del esloveno, tras los 43 puntos, 17 rebotes, 13 asistencias y triple ganador en el último segundo que encargó la «putilla» europea para el cuarto partido.

Sin embargo, la situación actual provocó una polémica sobre la repercusión que habría tenido una situación especular en la que Dončić  hubiese llamado «negrata» a Harrell. Este asunto es interesante y sobre él quería decir algunas cosas.

Lo de Harrell es un insulto racista. Da igual si fue resultado de la frustración o si lo hizo para provocar al joven inexperto que mete tantos puntos. Algunos admiten que lo es, pero recalcan que es menos grave que esa hipotética situación inversa. Podría estar de acuerdo en esto, con unos matices a los que luego me referiré. Otros dan un paso más y dicen que un negro no puede ser racista con un blanco. Hablan de un racismo estructural, histórico, insititucional, endémico —que dicen solo existe en una dirección—, para justificar esta tesis. Veo, en esta posición, argumentos similares a los que se exponen para afirmar que el sexismo solo es posible cuando lo realizan hombres respecto de mujeres y no a la inversa.

Yo creo que esta última posición es fuente de males y muy peligrosa. Las mejores ideas de la humanidad se han basado en la extensión de ciertas generalizaciones, incluso con su punto de arbitrariedad. Su bondad radica en dos virtudes: su simplicidad —todo el mundo aprehende con rapidez sus perfiles y asume con naturalidad sus consecuencias— y su racionalidad.

Como ya he escrito en muchas ocasiones sobre esto, voy a ir al meollo. El racismo es estúpido y dañino. Lo es siempre. También cuando se da como respuesta a una situación endémica o institucional. Y ni siquiera se justifica defensivamente por una razón muy sencilla, porque no cumple los requisitos de la legítima defensa: que el mal que causas pretenda evitar otro mal injusto. ¿Cómo evitas el racismo siendo racista? Esto, además, se agrava por un factor que se olvida demasiado a menudo: las víctimas del sexismo o del racismo son individuos. Si el sexismo o el racismo son una respuesta inmoral siempre (incluso cuando lo aplicas al racista o al sexista), lo son de manera prístina cuando se dirigen a alguien solo por ser blanco o por ser hombre.

Responsabilizar a todos los blancos o a todos los hombres del sufrimiento que causaron otros de su misma raza o sexo en el pasado o en la actualidad equivale a descargar sobre inocentes, por motivos irracionales, un mal arbitrario basado en la raza o el sexo.

Por eso los partidarios de esta venganza colectiva irracional hacen tantos equilibrios sobre el alambre. Hablan de los privilegios de los blancos o de los hombres para reclamar la imposición de los suyos. De ahí que esté socialmente permitido a los negros decir nigger, pero sea una infracción moral gravísimo si la misma palabra la dice un blanco. Pero la senda de la civilización es otra: la desaparición de todos los privilegios. Cuando suman casos para ocultar un programa que no quiere acabar con la desigualdad, sino que quiere sustituirla por otra diferente, hacen lo que hacían los europeos blancos en el XIX que justificaban sus actos de latrocinio y explotación defendiendo la idea de que la labor civilizatoria tenía que estar en manos de quienes habían demostrado ser superiores (y, decían, ahí estaban los datos para demostrarlo). ¡Y eran apabullantes!

No hay discriminación buena. Porque, incluso aunque sirviese para mejorar las cifras globales (algo muy dudoso a la vista de la experiencia) se hace a costa de dañar a individuos concretos a los que se hace pagar por una culpa de la que no son responsables.

Decía al principio que quizás pueda defenderse que es menos grave que un negro llame blanquito a un blanco que el que un blanco llame negrata a un negro. El problema de esta posición es que el que realiza un comportamiento inmoral se sienta legitimado y se vea como un representante de generaciones que solo aplica su medicina a los blancos. Naturalmente, este pensamiento también es racista. No existen «los blancos» o «los negros». Solo son una categoría instrumental muy poderosa para hacer el mal. Estas personas olvidan que todos los racistas encuentran y han encontrado siempre una justificación. Por tanto, por su multiplicación, por su significado, por la situación real de los negros en muchas de algunas sociedades, aunque uno crea que un insulto racista es más grave que otro, lo que siempre hay que recordar es que ninguno es peor que otro, que todos encierran la misma cantidad de veneno.

Más aún, esta es la única respuesta correcta frente al sexismo y el racismo. Insistir en que nadie es superior o inferior por el hecho de ser hombre o mujer o por ser de cierta raza. Insistir en que no lo es por ninguna razón por buena que nos parezca. Y que, por tanto, ninguna razón basada en la raza justifica la discriminación (tampoco la discriminación en el pasado). Y es la única respuesta correcta porque solo una sociedad que aplique esto como medida radical quedará libre de que surjan comportamientos colectivos o institucionales racistas o sexistas que quizás antes no existieran. Sin embargo, si los promovemos, justificamos o toleramos como respuesta a agravios pasados, resulta que terminamos asumiendo que todo es poder, que ahora le toca el turno a otros de imponer privilegios, y que no está mal aplicar el programa que los blancos aplicaron a los negros o los hombres a las mujeres.

Y todo esto sería así, incluso aunque fuese cierto que solo los blancos han sido racistas. Por eso no voy a perder el tiempo en mencionar todos los ejemplos que demuestran que el racismo ha sido universal.