Pedagogía, pero sin poner la cama

 

Hay ocasiones en las que resulta útil explicar ciertas cosas, como cuáles son las libertades inexcusables, cuáles han de ser su contenido mínimo y cuáles han de ser sus límites. He perdido mucho tiempo hablando sobre esto, a menudo con poco éxito, y no seré yo el que critique al que se esfuerce en esta ingrata labor. Ahora, de vez en cuando hay que recordar que muchas personas no discuten el contenido de esas libertades, sino que rechazan el sistema.

Como hay palabras que suenan mal y ya no cuelan (véase, por ejemplo, dictadura del proletariado), se sustituyen por eufemismos. Al final todos los regímenes dicen luchar por la libertad y por la democracia, aunque esa libertad sea la de la nación alemana, oprimida por la judería internacional, o esa democracia sea la popular, ejemplo manifiesto de su ausencia, siquiera por una inexistencia de libertades mínimas que permitan la formación de una voluntad política del signo que sea.

A esas personas no se las puede convencer y persuadir explicándoles en qué consiste la libertad de expresión. Esas personas no impiden una conferencia porque ignoren qué es la libertad de expresión. Lo saben perfectamente, pero para ellos la libertad de expresión, tal y como la entendemos en una democracia liberal, basada en el respeto a los derechos individuales, es un obstáculo, un producto falso y maligno que impide la auténtica expresión de libertades colectivas o destinos eternos. Las «pequeñas» e «imperfectas» libertades burguesas son el enemigo, como lo es el propio sistema capitalista y el sistema parlamentario y de partidos.

Esta creencia dogmática, totalitaria y cuasirreligiosa les impide tener el mínimo problema moral cuando utilizan los resortes que nuestro sistema de libertades les concede para la propagación de su propaganda y sus mentiras. Mentir está permitido. Manipular está permitido. Es un matemos a todos, que Dios distinguirá. Como el creyente que fuma y bebe alcohol para pasar inadvertido entre los infieles.

Ese es el riesgo. Perdemos el tiempo, nos esforzamos en vano y damos espacio al virus que quiere acabar con nosotros. Hace tiempo que se empezó a discutir si es razonable que los científicos debatan con creacionistas, dando la sensación de que están ambas posiciones en un plano de igualdad, cuando la práctica nos dice que el creacionista no está sujeto a ningún criterio de rigor y coherencia, y afirmará todo lo que se le ocurra y haga falta, aprovechándose de las lagunas que se admiten en el pensamiento científico (precisamente porque tiene esa naturaleza). Algo parecido sucede con los que quieren cargarse nuestro sistema y sustituirlo. No te puedes fiar de un totalitario.

La realidad es que los sistemas que más libertad y prosperidad han creado no son discutidos, en sus elementos básicos, en sus libertades básicas, por personas que van desde lo conservador a lo socialista. Sin embargo, a derecha e izquierda, más allá de la frontera, habitan los bárbaros. Por desgracia, y pese a las evidencias del fracaso y el terror nazi y fascista, y del fracaso y el terror comunista, mucha gente sigue apostando por promesas de vida eterna y de un mundo mejor. Para conseguirlo no es que estén dispuestos a cargarse todo lo que hemos construido, sino que ese es su primer objetivo. Lo primero que hace el creyente es acabar con el pecado y con lo que nos hace pecar.

Es imposible discutir con quien no acepta las reglas de conversación. Es imposible convivir con quien no acepta la libertad individual. Es importante no olvidarnos de esto.

 

5 comentarios en “Pedagogía, pero sin poner la cama

  1. Bien dicho, sí señor.
    Es evidente que ni González ni Cebrián estarán nunca a la altura de Unamuno, pero los matones de la Autónoma, como los de Alsacia, sí son iguales que los fascistas de Salamanca.

  2. El suceso de la Autónoma de Madrid tiene los antecedentes de los de Aznar en la de Girona, Savater en la de Barcelona o Rosa Díez en la Complutense, y hay algo común a todos ellos. Los que intentaron impedir las conferencias, LO LOGRARON sin ningún problema y sin consecuencias para ellos. Así que, hasta la próxima.

  3. Así como otras veces he criticado con aspereza comentarios tuyos, esta vez digo: ¡chapeau, maestro! Artículo de antología. Para enmarcar.

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