Yo ya lo dije

 

Leo en El País esto:

Frente a la afirmación de Trillo de que las únicas quejas recibidas antes del siniestro se referían a incomodidades o retrasos, el dictamen subraya la importancia del informe secreto del Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército (CISET) que, el 28 de abril de 2003, casi un mes antes del accidente, advertía: “Se están corriendo altos riesgos al transportar personal en aviones de carga fletados en países de la antigua URSS, su mantenimiento es como mínimo muy dudoso”.

Defensa intentó descalificar este informe alegando que su autor no tenía “ningún conocimiento en seguridad aeronáutica o mantenimiento de aeronaves”, pero el Consejo de Estado replica que esa advertencia era suficiente para desencadenar “una comprobación o verificación” de su denuncia. “Desgraciadamente los hechos se encargaron de demostrar que sus valoraciones no estaban alejadas de la realidad, cualquiera que sea la opinión sobre los conocimientos del autor”, se lamenta.

No voy a opinar sobre el asunto concreto del que habla la noticia, ya que no he podido leer el informe completo. Lo traigo porque me llamó mucho la atención ayer y porque hoy mismo, al leer cierta deposición en la que alguien se encontraba muy orgulloso de una predicción, volví a pensar en esa afirmación tan dudosa: «los hechos se encargaron de demostrar».

La mayoría de ustedes conocerá la falacia Post hoc ergo propter hoc: que algo siga a algo no implica que este algo sea causa de aquello. Esta falacia perniciosísima —sobre todo por ser difícilmente atacable— es la fuente de constantes estafas, engaños y errores. Es la causa fundamental, por ejemplo, del prestigio e influencia de pseudociencias y de falsos métodos de curación. También lo es del prestigio e influencia —estos normalmente más transitorios— de tipos que han acertado. No usaré la expresión, tipos con suerte, por no caer en esa misma falacia. Cuando se trata de predecir el futuro (no toda su complejidad, basta con algún hecho más o menos discreto) siempre, entre toda la maraña de personas que se dedican a tan antiquísima labor, habrá gente que acierte. Incluso habrá personas que acierten varias veces. Ni siquiera hablo de manipulación, aunque esta es posible. Cuenta John Allen Paulos en una de sus obras (disculpen, no recuerdo exactamente en cual) una de esas posibles estafas: alguien escoge a 10.000 posibles inversores y envía a la mitad de ellos una carta prediciendo que cierto valor va a subir en bolsa y a la otra mitad les dice lo contrario. Si el valor sube, envía una segunda carta, solo a la primera mitad de ellos, dividiéndolos en dos grupos y de nuevo prediciendo la subida y la bajada de cierto valor bursátil. Suba o baje, selecciona a los 2.500 adecuados y continúa el proceso. Cuando ha repetido, por ejemplo, seis veces la jugada, 156 posibles inversores han visto cómo el tipo acierte siempre. En ese momento, les pide dinero.

Esta manipulación es posible también con los opinadores: ¿quién se ocupa de hacer un inventario de todo lo que alguien publica para contrastar su grado de acierto? Casi nadie, y además esos inventarios suelen perderse entre el ruido. Y, si el tipo es hábil, siempre dará altavoz a sus aciertos y casi nunca (salvo que tratemos con alguien especialmente honesto) recordará sus errores. Sobre todo si puede exhibir algún acierto especialmente «espectacular». Vuelvo atrás: un acierto «espectacular» no es prueba de nada. Entre los millones de opiniones y predicciones que se efectúan la probabilidad de que «alguien» (casi al azar) acierte suele ser muy alta. Recuerden: a alguien le toca la lotería. ¿Convierte, ese acierto, a esa persona en alguien que realiza juicios especialmente bien encaminados, que maneja información mejor o que cuenta con alguna suerte de intuición avanzada? En absoluto. Personalmente, yo sospecharía. Una solución aberrante me parece sospechosa precisamente porque puede ser síntoma de una mente que no razona bien, que no maneja buena información o que se ve afectada por esa enfermedad del discurso llamada disonancia cognitiva. La opinión «media» de los expertos suele ser la correcta. Es posible que esa media sea simple acomodo. De vez en cuando hay alguna «revolución» auténtica, pero estas son más raras de los que pensamos y exigen pruebas abrumadoras antes de imponerse.

Sin embargo, en esta época en la que vamos a toda hostia y en la que cualquier oscuro sujeto en cualquier esquina del mundo puede reclamar su lugar bajo el sol y conseguirlo a fuerza de RTs, atrae especialmente el gurú instantáneo. El tipo que «acertó» en algo que escribió en su página de facebook, aunque su acierto fuese simple casualidad y aunque sus razonamientos fuesen completamente erróneos o estúpidos.

Los hechos, por desgracia, no demuestran nada. Una demostración es otra cosa. Que se estrellase un avión por falta de mantenimiento (algo que, por lo que parece, ni siquiera es el caso) no es prueba de que tuviera razón quien dijo que ese avión padecía falta de mantenimiento. Si esa persona no tenía conocimientos sobre el mantenimiento de aviones no hay acierto. Solo hay coincidencia. No puede haber acierto cuando dices algo pero no sabes por qué lo dices o tus razones no son las razones que servirían para afirmar que ese juicio es un razonamiento basado en el conocimiento.

Sin embargo, constantemente damos púlpitos a los que han acertado. Los más habilidosos aprenden pronto el oficio de tertuliano u opinador profesional, dejan de hacer afirmaciones peligrosas y se apuntan al mensaje sentimental o generalista. Los que se creen sinceramente tocados por el aliento divino siguen haciendo predicciones hasta que meten la pata escandalosamente y todo el mundo se ríe de ellos. Lo malo es que, mientras tanto, los necesitados de profetas beben sus afirmaciones como si vinieran del mismo Dios de Abraham. ¿Por qué? Porque es el que ha acertado. Luego, cuando se equivoca, lo cambian por el «nuevo» que ha acertado.

Naturalmente, entre todos estos hombres del momento están los que han acertado porque de verdad conocen la materia, manejan buena información y son capaces de articular razonamientos auténticos. En mi opinión hay síntomas que suelen (vean que digo suelen) identificarlos: no recuerdan constantemente que acertaron, y admiten que pudieron equivocarse entre otras razones porque ya se han equivocado antes y porque son conscientes de la inmensa complejidad de lo real. Este tipo de gente es un coñazo, eso sí. Dan malos titulares, piensan antes de hablar y titubean todo el rato.

8 comentarios en “Yo ya lo dije

  1. Muy sutil, como siempre. Pero con seguridad no puede ser acertado hacer caso omiso del informe de un incompetente que, casualmente, describe el caos del sistema de contratación, y acierta. Afortunadamente, el gobierno reacciona y Trillo se va.

  2. No lo he leído. El informe completo está aquí.

    http://www.infolibre.es/

    “Si esa persona no tenía conocimientos sobre el mantenimiento de aviones no hay acierto. Solo hay coincidencia. No puede haber acierto cuando dices algo pero no sabes por qué lo dices o tus razones no son las razones que servirían para afirmar que ese juicio es un razonamiento basado en el conocimiento.”

    Independientemente del acierto o no de la predicción no estoy de acuerdo con esto. El informe fue realizado por el CNI. No es necesario ser ingeniero aeronáutico o mecánico, o tener conocimientos propios en mantenimiento de aviones para llegar a una conclusión correcta basada en hechos conocidos.

    Bolaño, es usted un optimista. Dicen que el próximo destino de Trillo era el Consejo de Estado.

  3. S, para llegar a conclusiones correctas sobre algo hay que saber algo sobre ese algo. Cuánto es discutible, claro. Yo creo que para hablar del mantenimiento de un avión hay que saber de mantenimiento de aviones. Salvo que el avión no sea un avión sino un restaurante. Es decir, salvo que estemos en presencia de algo grotesco. Como para hablar de si un corazón funciona o de si una demanda está bien formulada. Por lo demás, mi entrada no habla del caso concreto. No sé si el informe lo hizo el CNI o si esa agencia que menciona El País es otra agencia diferente. Y los informes no los realizan agencias, los realizan personas concretas. No sé si el que hizo el informe sabía de que hablaba mínimamente o no. Parto de que se discutía que la tuviera. Y discuto la afirmación concreta de que el accidente fuese una prueba de que su razonamiento era correcto.

  4. Recuerdo haber leido que alguien que habia ido, no se si en ese avion o en otro de la misma empresa, que le daba muy mal fario ver cables electricos colgando por encima de los asientos.

  5. Tampoco yo lo encuentro ahora. Son 82 páginas, se lo envío por correo y cuando tenga un momento las leeré (no sé colgarlas aquí). A ver qué dicen.

    Hablaba de memoria, no era el CNI sino el CISET.

    No le discuto el fondo, o sea, la falacia. Me explico.
    “Yo creo que para hablar del mantenimiento de un avión hay que saber de mantenimiento de aviones.”

    Yo creo que no. El agente del Centro de Inteligencia del Ejército (o los autores del informe) sólo tiene que hablar con el número adecuado -en cantidad y calidad- de ingenieros, mecánicos de vuelo, pilotos, que le expliquen cómo hacen, o no hacen, esas compañías el mantenimiento y llevan la seguridad. Si el resultado es tan evidente (Noruega, Suecia, Finlandia, sacaron a sus tropas de esos aviones) no necesita saber hacer una integral ni cada cuánto se cambia el aceite. Para eso están los profesionales. Claro, desconocemos la pericia del autor o autores. Puede ser el asesor en cambio climático del presidente Rajoy, pero eso de “ningún conocimiento en seguridad aeronáutica o mantenimiento de aeronaves” suena a estrategia de legítima defensa.

  6. Bueno, S, si hablan con quien sabe, y estos les dicen qué han de mirar, puede valer. En todo esto imagino que el casuismo puede ser amplio. Aunque no sé por qué no lo pueden mirar los mismos expertos. El caso de Noruega, Suecia y Finlandia es realmente un único caso, ya que la suspensión de los vuelos se acordó conjuntamente y tras varias quejas formales de oficiales sobre lo que había pasado en algunos vuelos (cosas concretas -motor que pierde aceite, un panel suelto, carga mal atada, etc.-, no una referencia genérica), y según leo en la comparecencia de Bono y en algunos artículos, tras una investigación que realizaron las autoridades noruegas. Supongo que la investigación la haría quien supiese del asunto, ya que uno de los mandos noruegos habla específicamente de que tenían informes de que el avión incumplía normas noruegas antes de dejar de usarlos. Lo cierto es que después de 10 años de instrucción, y de examinarse todas las quejas, no hay constancia de algo similar en el caso español. De existir algo parecido ésa habría sido la pistola humeante. Por cierto, es llamativo que se hable en la comparecencia de que esos aviones de países del este los usaban solo españoles y turcos cuando también los usaban alemanes y esos países nórdicos. Es llamativo: no parece que se hiciera algo tan raro contratando esos aviones cuando también lo hicieron alemanes, noruegos, suecos y finlandeses.

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