¿Soy un maniático o los astros se conjuran en mi contra?


Miren que me jode dar la sensación de que aprovecho cualquier ocasión para criticar a Rosa Díez. Tanto que me he tenido que preguntar si no me habré obsesionado un punto con lo que dice, sobre todo considerando que su partido es minoritario y parece que lo seguirá siendo. El caso es que, al margen de que no me guste Rosa Díez y, por extensión, el partido de Rosa Díez, tengo que concluir que los astros se conjuran en mi contra.

Esta mañana leía a Juaristi, al repasar el blog de Santiago González. El follón entre los habituales de dicho blog y el propio Juaristi era de nota. Y todo el mundo tenía sus razones. El artículo no me gustó mucho, aunque supongo que hay que verbalizar de alguna manera las ganas de dejar atrás tanta porquería y que las biografías se le echan a uno encima. Estas cosas ya han pasado y nunca pasan bien. El genocidio tutsi tuvo cientos de miles de autores. No hay ni medios ni voluntad para juzgarlos, así que se ha hecho un juicio a su efigie, a las «caras famosas».

Pero no me quiero liar. El motivo de esta entrada es esto que acabo de leer.

Tiene Rosa Díez cierta afición a lo que podríamos llamar tono Yo acuso. Parece que le pone erigirse en guardiana de no sé muy bien que valores eternos y señalar a todo el mundo con el dedo.

A mí ese tono me parece vomitivo. Me parece la antesala de los juicios populares. Tiene un olor a turba que espanta, un olor que pudre las razones, que las hay, con las que pudiera estar de acuerdo.

Y ese tono, además, consigue algo que supuestamente denuncia: colocar en el bando de los terroristas a aquellos que simplemente tienen una idea algo diferente acerca de lo que debe ocurrir ahora.

Aviso de que señalaremos bien alto y claro, sin descanso, no sólo a los verdugos, sino también a los colaboracionistas y a los tibios.

Aviso de que recordaremos quién hizo qué en cada momento; quién prefirió la compañía de los verdugos a la comprensión de las víctimas.

Advierto de que escribiremos la historia para que nadie la olvide, y de que estará llena de testimonios que avergonzarán a los nietos de quienes fueron culpables y responsables del dolor y de la humillación sufrida durante tantos años de lucha.

Advierto de que habrá muchos prohombres de hoy que no podrán mirar a sus nietos a los ojos cuando éstos les pregunten por qué lo hicieron, por qué fueron tan indignos y tan cobardes.

Aviso de que nunca perdonaremos a los traidores.

Rosa Díez utiliza un lenguaje muy peligroso. Un lenguaje milenarista. No sé si lo hace por cálculo o porque oye la voz de Dios. Tampoco sé cuál de las dos opciones es peor.