Quiero que el voto de los españoles valga lo mismo, salvo el tuyo secesionista de mierda

 

Ciudadanos vuelve a sacar a relucir la cosa esa del sistema electoral. ¿Para qué? Para hacer populismo. Yo no sé nada de estrategia electoral, así que no me voy a poner a elucubrar si todos sus vaivenes les van a servir o no. Me parece obvio que llevan un año intentando hacerse con el voto del PP y, a la vez, intentando mantener cierto voto urbano, de centro, moderado, que se le suponía. Esto les está llevando a convertirse en una especie de monstruo de Frankenstein, nada nuevo por otro lado. El PP y el PSOE lo fueron. En el PP te podías encontrar a franquistas recalcitrantes y a liberales engominaos, a contrarios a la legalización del aborto y a partidarios del matrimonio homosexual, e incluso podías encontrarte con algún tuno; en el PSOE, especularmente, la cosa era por el estilo, solo que el tuno cantaba l’estaca. Lo interesante es que los partidos dinosaurio/contenedor terminaron acogiendo a mucha gente por una cuestión termodinámica. No creo que existiese una estrategia en plan jugada maestra a largo plazo. Los nuevos partidos —Podemos y Cs, en concreto— ya contaban con los análisis y los estudios sesudos, y decidieron jugar a todas las bandas. La mejor manera de ganar es infiltrar a tus jugadores en todos los equipos. Lo de Podemos fue clarísimo desde el mismo día de su nacimiento. De hecho, todos sus dirigentes lo venían explicando, con pizarra incluida, desde años atrás, y solo han perdido fuelle por el peso de la realidad en forma de sueldos, chaletes y papadas. Lo de Ciudadanos parecía más complicado, puesto que vendían una imagen tecnocrática, europeísta y dinámica, pero se han puesto a ello con el entusiasmo del converso, en cuanto han podido.

Una característica típica de este comportamiento es la diarrea programática flexible, que permite el anuncio constante de medidas sueltas que «molan». A ver si la lluvia fina y esas cosas. Se caracteriza por no exponer lo que podríamos llamar planes completos, sino solo las partes que pueden regalar un titular. Se vio con el tema de la prisión permanente revisable y con el asunto de los aforamientos. A veces ni eso hace falta, basta solo con el envoltorio, siempre que tenga vivos colores: por ejemplo, los colores de la bandera española y la sonrisa de la cantante famosa que llora porque suspiros de España. Se está viendo de nuevo con la última chorrada que se acaban de sacar de la manga: el mínimo nacional del 3% para tener representación en un futuro Congreso de los Diputados.

Todo está mal en cómo se hace la propuesta. No se puede hablar en serio de un sistema electoral así. Mencionando uno de sus elementos y, ni siquiera, el más importante. Porque para valorarlo necesitamos el resto. Un sistema electoral solo es analizable en conjunto por comparación a otro completo. Por otra parte, ya sabemos que un sistema así incentivaría coaliciones electorales para superar los mínimos. Además, ¿cómo se puede defender a la vez que se pretende que el voto de los españoles valga lo mismo, algo a lo que solo puede tenderse como desiderátum con un sistema proporcional sin umbrales y, sin embargo, plantear umbrales de representación? Los de Ciudadanos —antes los de UPyD— llevan años dando una paliza infame con el hecho de que sus votos «se perdiesen» y ahora quieren que »se pierdan» los votos de los demás. Porque todo el mundo sabe que los partidos locales (nacionalistas o no) no están sobrerrepresentados en el Congreso. Todos sabemos que la proporcionalidad se despeña en las provincias con poca población que escogen pocos escaños. Es decir, esos lugares en los que el PP y el PSOE obtenían más votos. Lo curioso es que estos últimos meses, cuando las encuestas empezaban a considerar a Ciudadanos como partido más votado, no escuchábamos la matraca que ha vuelto ahora que hay que cambiar el pie al idilio con el PSOE —de algunos—. Pero no ha vuelto de cualquier manera —ya no es el PPSOE el que roba los votos—, ha vuelto con la intención manifiesta de joder a los partidos nacionalistas, malos de película. Vaya, por lo visto los votos de los españoles tienen que valer lo mismo, salvo que seas votante del PNV o de ERC. Es la rehostia; parecen empeñados en convencerlos más todavía de que no son españoles. Como si no fuesen las mierdecillas de los partidos mayoritarios —en esto el PSOE es campeón del mundo— las culpables de la influencia de los partidos nacionalistas durante años y no que el PNV tenga cinco diputados entre trescientos cincuenta.

Gritan por una mayor igualdad a la vez que se empeñan en introducir umbrales porque no quieren que todos los votos valgan igual. Quieren que los votos de los nacionalistas valgan menos.

Quien me haya leído sabe que mi sistema preferido es el mayoritario con distritos uninominales. Con él no hacen falta umbrales: el que gana se lo lleva todo. Y se podrían diseñar cuatrocientos distritos en España con población similar. Porque, por cierto, eso de que el Congreso no es una cámara de representación territorial es una gilipollez como un piano. Parece como si en el Congreso solo se discutieran las formas ideales platónicas, las declaraciones de guerra o la política internacional. Bueno, ni siquiera estos ejemplos locos valen, porque toda la política de un Estado tiene una relación con los ciudadanos de ese Estado. No hay una política española en abstracto; las políticas deberían buscar equilibrios porque un sistema sano está lleno de intereses materiales en conflicto y de formas diferentes de enfrentarse a los mismos problemas. Incluso declarar la guerra puede afectar más a los ciudadanos que viven en una parte de su territorio (de hecho, así era tradicionalmente). Es perfectamente racional que un diputado de Guadalajara vele por los intereses de sus votantes. Incluso que lo haga defendiendo políticas de inversión en otro lugar si sus votantes lo creen bueno para España —sí, el votante también puede tener una visión no local en ciertos asuntos—. Y es normal que un diputado de izquierdas de Cádiz pueda tener una visión diferente sobre una reforma laboral de aquel de su misma orientación ideológica de Madrid. Porque la estructura económica y social en uno y otro sitio es diferente. Véase que hablo de algo que podría considerarse «general», imaginen si se trata de decidir si hay que hacer un AVE o una autopista. Creo que esta es una posición legítima. Naturalmente con esta posición, el PNV o ERC seguirían teniendo un porrón de escaños; quizás más.

Alguien puede oponer a ese sistema que prefiero uno proporcional con circunscripción nacional porque todos somos iguales y solo veo españoles por la calle. Pero, en tal caso, ¿por qué umbrales? Desde luego no para que los votos valgan lo mismo. En realidad, los umbrales solo se justifican como una forma de garantizar la estabilidad. Es decir, para expulsar a los partidos pequeños del sistema, de forma que no molesten y no haya cámaras gallinero. No es que me parezca mal —en un sistema mayoritario lo habitual es que un porcentaje muy grande de electores se quede sin representación—, lo que me parece mal es que se haga no en términos abstractos, sino como respuesta a un problema político concreto: la existencia de fuertes corrientes secesionistas en algunas zonas de España. Es decir, que se diseñe como sistema electoral ad hoc para castigar a ciertas siglas. Sabiendo, además, que no conseguirá probablemente su objetivo —no solo por la existencia de incentivos, como en las europeas, sino porque exacerbaría el sistema autonómico como reducto de la «nacionalidad» frente a un «golpe» centralizador— , que será contraproducente a largo plazo y que solo tiene utilidad —en su caso— como reclamo electoral para el partido que lo propone. Es justo el camino contrario al que utilizaría un partido moderno, liberal y basado en soluciones racionales.

En fin, que no hay manera.

Todo imagen. Todo simplificación interesada. Por eso no es raro que haya más periodistas en Valencia que inmigrantes en el Aquarius o que vuelvan a ser titular los huesos de Franco. Porque estamos en campaña permanente. En una campaña tosca, vocinglera y sentimental.

El único consuelo es que al menos no hemos escuchado a un dirigente español decir esto:

Y eso que yo creo que el tipo lo dice en broma. En broma, pero en serio.