Soez y grosero

 

Hagamos una prueba. Veamos una posible redacción del párrafo de esta entrada de Arcadi Espada en su blog, para intentar reflexionar sobre la reacción que ha provocado en la propia redacción de El Mundo (y, en más sitios, por lo visto). Imaginemos que hubiera escrito esto (mis cambios van en cursiva):

En estas circunstancias parlamentarias Iglesias se beneficia de actuar después de que lo haga el diputado Rufián, un hombre habituado a cometer, de forma infantil, actos inciviles en sus intervenciones en el Congreso. Las mentiras son las mismas, pero a Iglesias no le cuesta demasiado aparecer en escena como el ponderado jefe de la banda. Aznar se equivocó con Rufián. Considerando su comportamiento Rufián no debería extrañarse de que alguien le contestase en un tono desabrido y con palabras similares a las que él utiliza, no descriptivas de hechos o atributos reales, sino meros improperios soeces, quizás incluso sobre sus inclinaciones sexuales o sobre actividades poco dignas, tal y como habitúan utilizar las personas en ambientes tabernarios para referirse incluso a aquellos a los que no conocen de nada. Y hacerlo incluso delicadamente sonriéndose en su cara, imitando su forma de comportarse. Pero si se opta por la no significación entonces hay que negarse a responder a un hombre habituado a cometer, de forma infantil, actos inciviles en sus intervenciones en el Congreso hasta que aprenda a rectificar tan inadmisible comportamiento en público. Porque de no optar por una de las dos soluciones, la prensa socialdemócrata titulará como si fuera verdad y en delirante equiparación de sujetos: «Tensión entre Rufián y Aznar».

Doy por supuesto que este texto alternativo no habría recibido censura alguna en los términos que constan en esa ya famosa carta.

Lo que me parece importante destacar es que, entre el texto de Espada y el mío, no hay ninguna diferencia en cuanto a su contenido. Usamos palabras diferentes, pero decimos lo mismo.

Las únicas diferencias son estilísticas. Él es más directo, utiliza palabras que a muchas personas les parecen malsonantes y explica en qué podría consistir ese exabrupto. Ahora bien, ese exabrupto es un justo ejemplo de lo que describo. Insisto: el mensaje es el mismo. Si el mío vale —como opinión, no me refiero a la crítica en sí—, el suyo también.

Dicho esto: ¿por qué la queja? Se me ocurren varias razones: una, que se entienda mal el texto. Bien, espero que con mi redacción alternativa ya se entienda mejor. Otra, que moleste lo que Espada piensa y opina, hasta el punto de tergiversar sus palabras; sospecho que esto puede ocurrir con colegas de profesión. Espada es especialmente señero en mostrar la parte de atrás del periodismo, sus mendacidades sensibleras, sus usos tramposos y la lista de la compra: esos artilugios que utilizan a diario para vender relatos que no tienen que ver con hechos, sino con ficciones. Esto me interesa especialmente: con la colaboración de Espada —me refiero a su oscuridad, ambigüedad y también a la poca grasa, muy habituales en él— muchos hacen con los textos de Espada eso que Espada tanto critica. Manipulan sus palabras, le hacen decir lo que no dice, escriben un titular y lo echan a los perros. Pasó con aquello de la eugenesia, pasó con lo de la víctima de la manada y pasa ahora de nuevo. Cuando lees con cuidado lo que dice Espada, resulta que suele decir una cosa diferente del resumen que circula a toda hostia por la red.

Así que, tenemos a Espada, un tipo arrogante de cojones, alguien que tiene una opinión sobre sí mismo la hostia de elevada, que ha decidido no dar facilidades. A la vez, escribe en periódicos y sale en la tele. Los que quieran manipular lo que escribe y dice lo tienen facilísimo. Incluso al dar explicaciones lo hará de tal forma que se cagará en los muertos de los tipos que él percibe como santurrones hipócritas. Lo hace hoy mismo, con esa coña sobre el tuteo falangista (brillante, por cierto). ¿Es inteligente su actitud? Pues ni puta idea. Depende de lo que pretenda hacer con su vida. Si quiere ser entendido e influir en más gente, imagino que no. Aunque, por otra parte, hemos llegado a un punto en el que para no ser tildado de fascista tienes que callarte tres cuartas partes de lo que piensas y tragar con tanta cantidad de mierda, que no sé si merece la pena ponerse ni un poco didáctico.

Antes de terminar, un par de cosas. He dicho que Espada es oscuro y ambiguo. Y he dicho que es uno de los columnistas más interesantes de las últimas décadas. En concreto, hay una materia en la que es Dios: el periodismo y sus costuras. Pero como también es oscuro y ambiguo cuando escribe de ciertas asuntos en los que es un aficionado, y en los que dice bastantes paridas, con esa oscuridad encubre sus carencias. No voy a juzgar la causa y el efecto (puesto que es oscuro casi siempre, la presunción de inocencia la tiene de su parte). Y total, qué más da, hacemos un saldo, y sale a pagar. Mucho. A pagarle a él. Y lo gracioso es que le pidan cuentas algunos del gremio. Con lo importante que es el periodismo, hay que ver la de muertos que tienen en los armarios. Y hay que ver qué afición a ponerse dignos justo con la gilipollez más manifiesta y dejar pasar la oportunidad minuto a minuto  de opinar sobre esos cadáveres tan olorosos.

La segunda cosa: sí hay algo que hace Espada que me desagrada —porque no me parece admisible— y que parece tener que ver con este caso. Pero digo parece para que quede claro que no: insisto en que el párrafo de Espada es como el mío, solo que el suyo es mucho más vívido y divertido. La cuestión es que a veces se empeña en demostrar sus tesis a hostias. Pero, para hacerlo, cae en la ficción y se convierte en lo que denuncia. Y eso no sale gratis. Ya pasó con aquel desagradable asunto de Cercas y la noticia falsa de su detención en un puticlub. Escribí sobre ello aquí y aquí y aquí.

Por cierto, no sé cómo calificar que en la carta de la asociación de ciudadanos por la moral y las buenas costumbres comparen la deyección escrita por Sánchez-Dragó con lo de Espada.

Ni una dan.