Celebremos todo. Recordemos todo.

 

¿Es buena idea celebrar el descubrimiento de América?

Supongo que depende de cómo se haga. La mayor parte de las celebraciones históricas están repletas de contradicciones. Incluso las más cercanas, esas que vemos como intachables, serán examinadas con ojo crítico pasados los siglos. Por ejemplo, la abolición de la esclavitud casi al finalizar la Guerra de Secesión parece inatacable, si no fuera porque hubo que esperar casi un siglo más para que se promulgase la legislación sobre derechos civiles.

El simple hecho de utilizar la palabra «descubrimiento» ofende a muchos.

Yo, ahí, veo muchas anteojeras. Es indiscutible que el «viejo mundo» descubre el «nuevo mundo». Y no se puede eludir la dinámica histórica, que es precisamente esa. Más aún, los que reclaman, en América, las tradiciones indígenas, se olvidan de que ellos forman, como consecuencia del descubrimiento, parte de una tradición mestiza, que también es ahora nuestra. Ese mestizaje es enorme: basta con que se considere el impacto de la cultura estadounidense en el siglo XX, por ejemplo.

También por esta misma razón, el «genocidio» español (sea lo que sea esto, que no quiero entrar en discusiones) es patrimonio de todos. Las comparaciones son odiosas porque comparamos hechos históricos (en realidad clichés) como si fuésemos responsables de ellos. Algo parecido les pasa a los alemanes de hoy con el genocidio judío o a los judíos de hoy con el genocidio judío, una vez que ya han muerto prácticamente todos los que fueron sus protagonistas. ¿Qué sentido tiene comparar hechos históricos para lanzárnoslos unos a otros, cuando no somos responsables de ellos, cuando nos separan generaciones de los que intervinieron en ellos, cuando además nuestros valores y creencias difieran tanto de los de aquellos?

Un historiador ha de intentar aproximarse a la verdad. La llamada «memoria histórica» es la antítesis de esa búsqueda. Fosiliza los hechos, los idealiza y etiqueta, los pone en la columna de lo bueno y de lo malo.

No niego que debamos esforzarnos en valorar los episodios de la historia, siquiera para hacer eso tan desacreditado: intentar no repetir los errores del pasado. Pero si hay una manera segura de no hacerlo es con el partidismo imbécil de los que se atribuyen representaciones vicarias.

La historia de la Humanidad nos pertenece. Toda ella. La esclavitud en Atenas, las guerras serviles en Roma, los cráneos apilados de Gengis Kan, las matanzas en el Caribe, las pandemias, los horrores de la colonización europea, los millones de muertos de la rebelión Taiping, la esclavitud africana, hacia el Este y hacia el Oeste, los crímenes nazis, los crímenes comunistas, las cruzadas, las guerras de religión, los millones de muertos en el Congo, en Sudán, en Siria. También nos pertenecen Salamina y el discurso de Pericles, la pax romana, el Derecho de Gentes, las tesis de Lutero, las capturas inglesas de barcos esclavistas, la Revolución americana y su Declaración de Independencia, la Revolución francesa y la declaración de derechos del hombre, el movimiento sufragista, el movimiento obrero, el desembarco de Normandía, la transición española y la victoria de Nelson Mandela, el triunfo del comercio y la disminución de la insensibilidad ante la muerte colectiva.

Todo es patrimonio nuestro. Solo somos responsables de lo que podemos cambiar. Solo de capturar a los responsables vivos. Solo de consolar a las víctimas vivas.

Lo demás es histeria de intensitos adictos al énfasis.

 

7 comentarios en “Celebremos todo. Recordemos todo.

  1. De acuerdo en todo, pero ¿entre esas víctimas vivas merecedoras de consuelo incluimos a todos aquellos (cada día quedan menos) que porfían, no en buscar culpables, sino solo en desenterrar a sus muertos de cunetas y fosas comunes para darles una sepultura digna? Sé que no es su caso, pero son muchos los que, en su denigración de la ley de memoria histórica, incluyen a aquellos en el grupo de los histéricos que quieren «remover el pasado».

  2. Leo unas entrevistas en “El Mundo” y veo que algunos españoles se declaran “orgullosos de Lorca pero no de Pizarro”. No lo entiendo. Ni los méritos de Lorca ni las responsabilidades de Pizarro (si los tuvieren) les pertenecen. Si les cupiera atribuirse los méritos de Lorca por el solo hecho de ser españoles, automáticamente les caerían encima las responsabilidades de Pizarro.
    Yo diría que hay que ser cosmopolita a la hora de emocionarse (todo mérito o demérito humano me afecta en alguna medida, aunque el responsable sea el individuo que realizó las acciones) y patriota (incluso españolista furibundo) de modo racional: España debe ser defendida porque es un estado de derecho, no por ahorrarle disgustos don Pelayo.

  3. «disgustos a don Pelayo», quería decir.
    La palabra «cosmopolita» está bastante quemada, es verdad. Me parece una pena.
    Mmmmmmmfuribundo y racional no casan mucho. No me hagan caso, yo ya me entiendo.

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