No, no parecen muy serios

 

Veo el vídeo que se enlaza a esta noticia. Felipe González afirma que la pregunta que sirve de titular a esta entrevista no existió y que él no la contestó. Es decir, afirma que Enric Juliana miente, ya que la frase está entrecomillada.

Sin embargo, a la vez, afirma que Enric Juliana es un periodista muy serio.

¿Le parece a Felipe González serio que un periodista escriba esto?

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Más aún, ¿le parece serio que ese titular entrecomillado coincida exactamente con lo que consta en la entrevista cuando esa pregunta no existió?:

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Este tuit enlaza la entrevista hecha a Enric Juliana por Leticia Vaquero, periodista de EsRadio:

En ella, Juliana especifica que envió la entrevista a la oficina del señor González y que, unos veinte minutos después (tiempo más que de sobra para leerla), contestaron que la redacción era correcta.

A la vez, Juliana admite que en la entrevista no se pregunta lo que aparece entrecomillado, sino que cambió el término «identidad nacional» (al parecer, el original), por «nación» [actualización: aquí está la grabación. Como puede verse, no cambia nada esta entrada].

Solo cabe concluir lo siguiente:

1.- El propio Felipe González es negligente en este asunto. Bien por no leer la entrevista, bien por leerla y no darse cuenta de que se cambiaba la pregunta, bien por escoger a alguien para su oficina que dijo que todo estaba bien sin consultarle. No estaría de más que hubiese dejado constancia en sus declaraciones de que se había dado el visto bueno a la entrevista cuando estaba mal en algo tan significativo. Ignoro si el texto que le remitieron a González incluía el titular. Si no lo incluía, es más fácil el error.

2.- Enric Juliana cambia dos términos cuando es perfectamente consciente de que puede existir una polémica sobre su equiparación. No es un novato, precisamente. Desde la propia discusión inicial sobre el texto de la Constitución sobrevuelan estos animalitos: nación, nacionalidad e identidad nacional. Y las discusiones y precisiones son importantes precisamente porque no son cuestiones baladíes.

Y no lo son, como lo demostró lo ocurrido con el Estatuto de Cataluña y su obsesión por usar esa palabra, la que pone Juliana en boca de González, nación, constantemente, para ir dando forma a una base que permitiese la reclamación de unos efectos jurídicos inadmisibles. Hasta el punto de que el Tribunal Constitucional tuviese que aclarar la ausencia de esos efectos:

12. El art. 8 EAC es objeto de impugnación por calificar como «nacionales» los símbolos de Cataluña relacionados en los distintos apartados del precepto. A juicio de los recurrentes, el calificativo remite de manera inequívoca a la nación catalana, incompatible, por contradictoria de su unidad e indivisibilidad, con la Nación española sobre la que se fundamenta la Constitución de acuerdo con el art. 2 CE. Tal remisión se vería confirmada, en opinión de los recurrentes, por la declaración incluida en el preámbulo acerca de la condición nacional de Cataluña proclamada en su momento por el Parlamento catalán.

Es preciso convenir con el Abogado del Estado y con el Parlamento y la Generalitat de Cataluña en que el término «nación» es extraordinariamente proteico en razón de los muy distintos contextos en los que acostumbra a desenvolverse como una categoría conceptual perfectamente acabada y definida, dotada en cada uno de ellos de un significado propio e intransferible. De la nación puede, en efecto, hablarse como una realidad cultural, histórica, lingüística, sociológica y hasta religiosa. Pero la nación que aquí importa es única y exclusivamente la nación en sentido jurídico-constitucional. Y en ese específico sentido la Constitución no conoce otra que la Nación española, con cuya mención arranca su preámbulo, en la que la Constitución se fundamenta (art. 2 CE) y con la que se cualifica expresamente la soberanía que, ejercida por el pueblo español como su único titular reconocido (art. 1.2), se ha manifestado como voluntad constituyente en los preceptos positivos de la Constitución Española.

En el contexto del Estado democrático instaurado por la Constitución, es obvio que, como tenemos reiterado, caben cuantas ideas quieran defenderse sin recurrir a la infracción de los procedimientos instaurados por el Ordenamiento para la formación de la voluntad general expresada en las leyes (por todas, STC 48/2003, de 12 de marzo). Y cabe, en particular, la defensa de concepciones ideológicas que, basadas en un determinado entendimiento de la realidad social, cultural y política, pretendan para una determinada colectividad la condición de comunidad nacional, incluso como principio desde el que procurar la conformación de una voluntad constitucionalmente legitimada para, mediando la oportuna e inexcusable reforma de la Constitución, traducir ese entendimiento en una realidad jurídica. En tanto, sin embargo, ello no ocurra, las normas del Ordenamiento no pueden desconocer ni inducir al equívoco en punto a la «indisoluble unidad de la Nación española» proclamada en el art. 2 CE, pues en ningún caso pueden reclamar para sí otra legitimidad que la que resulta de la Constitución proclamada por la voluntad de esa Nación, ni pueden tampoco, al amparo de una polisemia por completo irrelevante en el contexto jurídico-constitucional que para este Tribunal es el único que debe atender, referir el término «nación» a otro sujeto que no sea el pueblo titular de la soberanía.

La referencia del art. 8 EAC a los símbolos nacionales de Cataluña podría inducir a esa indebida confusión si pretendieran extraerse de la mención del preámbulo a determinada declaración del Parlamento de Cataluña sobre la nación catalana unas consecuencias jurídico constitucionales contradictorias con el sentido preciso del art. 2 CE en punto a la sola y exclusiva relevancia constitucional de la Nación española. Sin embargo, cabe interpretar, de acuerdo con la Constitución, que con la calificación como «nacionales» de los símbolos de Cataluña se predica únicamente su condición de símbolos de una nacionalidad constituida como Comunidad Autónoma en ejercicio del derecho que reconoce y garantiza el art. 2 CE, pues así expresamente se proclama en el art. 1 EAC y se reitera en el art. 8 EAC. Se trata, en suma, de los símbolos propios de una nacionalidad, sin pretensión, por ello, de competencia o contradicción con los símbolos de la Nación española.

En atención al sentido terminante del art. 2 CE ha de quedar, pues, desprovista de alcance jurídico interpretativo la referida mención del preámbulo a la realidad nacional de Cataluña y a la declaración del Parlamento de Cataluña sobre la nación catalana, sin perjuicio de que en cualquier contexto que no sea el jurídico-constitucional la autorepresentación de una colectividad como una realidad nacional en sentido ideológico, histórico o cultural tenga plena cabida en el Ordenamiento democrático como expresión de una idea perfectamente legítima.

Por todo ello, los términos «nación» y «realidad nacional» referidos a Cataluña, utilizados en el preámbulo, carecen de eficacia jurídica interpretativa, lo que dada la especial significación de un preámbulo estatutario así se dispondrá en el fallo; y el término «nacionales» del art. 8.1 EAC es conforme con la Constitución interpretado en el sentido de que dicho término está exclusivamente referido, en su significado y utilización, a los símbolos de Cataluña, «definida como nacionalidad» (art. 1 EAC) e integrada en la «indisoluble unidad de la nación española» como establece el art. 2 CE, y así se dispondrá en el fallo.

Todo esto lo conoce perfectamente Juliana. Como lo conoce Felipe González, que no solo es jurista, sino que intervino en el propio proceso constitucional. Pretender que esto es una simple cuestión semántica es simplemente absurdo.

3.- Enric Juliana agradece en la entrevista a Felipe González sus palabras sobre la seriedad de Enric Juliana. ¿Están ambos de broma? Uno titula lo que el entrevistado no dice, el otro da por bueno lo que no contestó en la entrevista y acusa a aquel de faltar a la verdad, y ¿ambos son muy serios?

Solo se me ocurren dos opciones. Ambas malas.

La primera es que han decidido no hacerse daño recíprocamente, conscientes de lo difícil que es defender su comportamiento (el de ambos).

La segunda es que todo esto es un pequeño montaje. Un juego de equívocos. Un yo digo algo para agradarte los oídos, que ya ves que me han acusado de llamar nazis a los catalanes, y tú fuerzas lo que digo para mejorar el resultado. Y si hace falta yo lo niego y tú te defiendes, pero ambos decimos que los dos somos muy serios.

Yo, simple lector, considero que ninguno me parece serio.

SEGUNDA ACTUALIZACIÓN: dice Europa Press que la oficina de Felipe González niega que en el texto recibido por correo electrónico se utilizase el término «nación».  Seguiremos con la opereta, pero me pregunto nuevamente: ¿sigue Felipe González considerando a Enric Juliana un periodista serio tras este segundo desmentido?

TERCERA ACTUALIZACIÓN: La Vanguardia dice algunas cosas. A los efectos de lo que nos interesa, lo más relevante es que queda claro que no le enviaron el titular por correo electrónico. Siguen manteniendo que en la entrevista enviada aparecía la palabra «nación» en donde González dijo «identidad nacional». Esto contradice lo que aparece en la segunda actualización. Alguien vuelve a mentir.

Todo lo demás es un blablabla muy divertido, pero veamos el titular que es sencillamente descacharrante:

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Ahora recordemos el original:

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Y analicemos la entradilla de la noticia de HOY  de La Vanguardia:

El director adjunto de ‘La Vanguardia’, Enric Juliana, publica la grabación de la entrevista al expresidente, quien había cuestionado sus propias declaraciones

Es magistral. No, Felipe González no había cuestionado «sus propias declaraciones». Afirmó que él no había respondido lo que aparecía en el titular. Y la prueba de que lo que dice es cierto es simple: comparen los dos titulares de La Vanguardia en las imágenes anteriores. Lo mejor de la entradilla es que falta el final: El director adjunto …. sus propias declaraciones, que demuestran ¡que Felipe González dijo la verdad!

Porque, amigos, cualquier persona decente habría titulado: «Felipe González no dijo nación en la entrevista. Dijo identidad nacional». Y luego que el lector decida. Pero no: el segundo titular afirma «Felipe González dijo sí a la identidad nacional», como si en algún momento Felipe González hubiera negado que dijo sí a eso concreto y no a lo que se publicó.

CUARTA ACTUALIZACIÓN: Me suministra @kalakahua la imagen de la edición en papel. Es extraordinaria. Véanla:

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El birlibirloque elevado a obra de arte: pasar desde estar de acuerdo con identidad nacional a estar de acuerdo con nación y, finalmente, a ese «debe … como». Ya no es una simple manifestación de acuerdo, sino la manifestación de una necesidad imperiosa.

No hay más. Pura impostura.

8 comentarios en “No, no parecen muy serios

  1. Lo que yo me pregunto es cuántos independentistas se habrán creado y cuántos se habrán volatilizado a causa de este simpático vaivén.

  2. Sobre el arte de titular se podría escribir un libro. Es realmente asombrosa la cantidad de veces que uno no encuentra en el texto lo que el titular tramposo prometía. Al punto de que actualmente si un titular me sorprende ya sé positivamente que es tramposo.
    P.D: ¿Pudo verse el otro día un Protactinio por aquí?

  3. Hay una cosa que me escama. Que Felipe Gonzalez esperase tres dias antes de desmentir. No puedo imaginarme que un político por muy retirado que esté no leyese en ningún periódico, no oyese en ningun informativo, no tubiese ningún familiar, asesor o compañero de partido lpara contarle o que le Vanguardia le atribuía. Parte del oficio de político es estar al corriente de la actualidad. Y si distorsionan lo que has dicho de forma tan flagrante lo normal es dar un respingo en el asiento, llamar al que ha deformado tus palabras para ponerlo a parir y publicar un desmentidos en el acto. Pero nó Se queda tres días sentado, y solo cuando vé el escándalo desmiente.

    Yo si que creo que miente (aunque no dudo que la Vanguardia exagerase lo que dijo). La unica duda que tengo es si cuando dijo lo que dijo estaba lucido o sufría un ataque de Alzheimer.

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