Pobre Venezuela

 

Cuando escribí esta entrada sobre la sentencia que condenaba a Leopoldo López hice una advertencia:

Puesto que solo se publica la parte dispositiva (que es aquella en la que el juzgado pone de manifiesto su decisión) quiero hacer un aviso previo: corregiré esta entrada el día que pueda leer la sentencia entera.

Ya he leído la sentencia íntegra. Sus 282 páginas. Fui prudente en mi entrada anterior; ahora puedo ser más contundente.

No les diré, como en otras ocasiones, que les recomiendo su lectura. En su mayor parte son las transcripciones de los alegatos de las partes y de las declaraciones iniciales de testigos y peritos.

Lo que que sí haré será decirles qué pienso ahora de la condena a López. Me voy a detener en Leopoldo López porque es el caso más evidente, aunque la sentencia es extremadamente endeble en cuanto a los restantes encausados; pero centrarme en ellos exigiría un conocimiento más detallado de las pruebas practicadas del que resulta de la sentencia, ya que se discute incluso la misma existencia de los incendios por los que se condena a todos los procesados. Y, en cualquier caso, lo que diré a continuación es de tal gravedad, que tiñe de negro la labor de la juez y acaba por completo con cualquier presunción de imparcialidad y de trabajo serio.

La sentencia es grotesca. No se me ocurre otra expresión. No existe la más mínima prueba de cargo contra Leopoldo López. Tengan en cuenta que hablamos de derecho penal, no de una crítica política. La sentencia es el producto final de un montaje propio de un estado dictatorial y policial. Es obvio que se ha diseñado el proceso para condenar a López. Esto es particularmente evidente considerando dos de las pruebas periciales básicas para la condena. Dos periciales que no sé ni cómo calificar, que pretenden desde un punto de vista lingüístico y, no sé si decir psicológico, descubrir qué dijo Leopoldo López en una serie de discursos y declaraciones, y en twitter. Fíjense en esto: sabemos qué dijo porque se trata de discursos, declaraciones y entrevistas grabados, y se trata de varios cientos de tuits. En cualquier país serio, simplemente se examinaría por las partes y por el juez lo que dijo. Lo que dijo. Insisto, se trata de un proceso penal. Sin embargo, el tribunal, para construir un supuesto discurso violento, ha necesitado dos periciales que, además, son también grotescas. Es la primera vez que veo incorporado a un proceso y a una sentencia, una sarta tal de cháchara absurda, de verborrea, de digresiones sin sentido, de citas insoportables, imprecisas, de divagaciones incluso de índole personal. Décenas de páginas que realmente no dicen nada, que solo contienen apreciaciones deslavazadas destinadas a crear un ad hominem, a condenar a un autor, no por sus hechos constatables, sino por ser precisamente ALGUIEN, y todo construido mediante un discurso diarreico e indigno. Les puedo asegurar que, en cualquier tribunal español, un perito que pretendiese decir algo como lo que dicen los dos peritos que menciono, sería detenido en su exposición a los treinta segundos y reprendido por el tribunal. Aquí, la juez fundamenta su decisión en ese despojo. Tan es así, que la magistrada incluso hace una corta y pega de los informes y habla en primera persona usando la voz de esos, por así llamarlos, peritos.

Esa sentencia es un insulto a la inteligencia, a la ley y a cualquier concepto de justicia democrática y civilizada. Y aunque les he dicho que mejor que no lean la sentencia, les tengo que pedir que lean las declaraciones de los dos peritos. Si no fuera tan grave, si no se tratase de la vida de varias personas, puede que les resultase extremadamente risible. Son textos como los que creaba aquel maravilloso productor de textos postestructurales. Pero, al ser conscientes del asunto de que se trata, les resultará seguramente muy duro; les aseguro que su asombro y su asco les forzarán a no continuar; pero no veo otra forma de demostrar hasta qué nivel de ignominia llega el actual sistema venezolano. La declaración de Rosa Amelia Azuaje León, Doctora en Lingüística, la encuentran ustedes en las páginas 161 a 190, la de Mariano Alfonso Alí, periodista y maestro en Ciencias Políticas, en las páginas 201 a 229. Las dos son inadmisibles, pero la segunda es un esperpento. Les copio algunas partes para que se hagan una idea (el resto es por el estilo):

Esto …
Maduro23
… o esto …
Maduro26
… o esto …

Maduro99Y, en el caso, de la prueba «pericial» del periodista, como ya he dicho, todo es aberrante. Vean un par de ejemplos. Esto …

Maduro120

… o esto …

 

Maduro160

… o esto …

Maduro154

Insisto, estas partes son absolutamente representativas del resto. Las hay peores. Es difícil encontrar alguna mejor. Pero, ¡no me crea! Léalo. Lea completas esas páginas que llevan a un hombre a la cárcel catorce años.

Qué miedo da estar en manos de gente así. Pobre Venezuela.

 

8 comentarios en “Pobre Venezuela

  1. No me la leería ni con los ojos de un abogado. Aún así, viendo las medidas del gobierno de Maduro en materia económica, me puedo imaginar la calidad de sus juristas.

    Venezuela puede servir bien como recordatorio: Esto es lo que pasa cuando gana el populismo. En Venezuela primero hubo populismo de derechas: Nulos impuestos, ausencia de redistribución de la renta, una sociedad no inclusiva en la que unos pocos pensaban que podían vivir eternamente sin pagar impuestos mientras la mayoría nadaba en la miseria, cero políticas de bienestar. Después llegó el populismo de izquierdas, que no comprende, ni creo que lo haga, que el sector privado tiene que hacer su trabajo para que la economía de cualquier país funcione.

    Supongo que Maduro se irá en algún momento. Ojalá los que vengan después puedan poner a Venezuela rumbo al primer mundo. Y ojalá los que están prescribiendo recetas económicas desastrosas en Europa por razones políticas y morales saquen las conclusiones pertinentes: Una sociedad sin prosperidad económica y sin esperanza puede terminar tomando decisiones horribles. No me gustaría ver a un H Chavez ni a un Maduro (ni a un Amanecer Dorado) como gobernantes de un país europeo. Pero si en determinados países no se genera riqueza y empleo, llegarán.

  2. Los ‘profesores’ de la Complutense que manejan el ‘partido’ Podemos sólo tienen una mejor gramática que los expertos citados en esa sentencia que ha tenido usted el admirable coraje de leer. Ya había (h)ojeado las tesis de Errejón, Iglesias y Monedero y he visto que son gramaticalmente correctas, pero ideológicamente insostenibles. Les pasa lo mismo con sus discursos y respuestas en entrevistas, que no resisten un análisis mínimamente riguroso. Nuestro problema es que la mayor parte de los electores no llegan nunca a hacer ese análisis. Bastantes pruebas hemos tenido, por ejemplo con el último presidente del gobierno del PSOE (perdonen que no lo cite por su nombre: dicen que es gafe y no quiero arriesgarme): ni por escrito ni oralmente era capaz de hilar un discurso coherente…
    Siento mucho el daño que está haciendo la dictadura bolivariana a los venezolanos.

  3. Ojalá pudiéramos creer que «peritos» semejantes solo pueden existir en un país como Venezuela. En España (y me temo que en todo Occidente) las universidades llevan decenios convirtiendo sus departamentos de «humanidades» en auténticas cloacas, donde se reparten títulos y prebendas académicas a los fieles del grupo político que caciquea el cotarro en cada parroquia. Si en el siglo XIX los estudios «de letras» se caracterizaron por intentar aproximarse al rigor de las ciencias positivas, en la postmodernidad se considera peligrosa herejía cualquiera pretensión de objetividad: para qué dedicar años y años a penosos estudios, cuando es tan fácil y rápido ser un fiel militante de la gran causa, que nos da ya las verdades prefabricadas. Tesis como la de Iñigo Errejón, tan oportunamente recordada por el comentarista Lehningen, no son hoy la excepción, sino la regla.

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