El periodista Carlos Segovia ha decidido no bajarse del burro y seguir insistiendo con lo que él llama el escandaloso caso de José Antonio Alepuz.
Eso sí, lo hace sin rectificar lo escrito en un artículo anterior en el que decía …
Más criticable considera el caso de Alepuz, que recibió el grueso de sus 322.961 euros de indemnización como un presunto despido improcedente cuando en realidad dimitió voluntariamente para trabajar en la Caixa.
…, algo que para cualquier lector solo podía implicar que se había faltado a la verdad, camuflando una renuncia como un despido improcedente. Por cierto, en esta nueva versión se olvida del Gobernador del Banco de España, al que también metía un dedo en el ojo gratuitamente.
¿Para qué rectificar si se puede huir hacia delante?
Lo que ahora dice Carlos Segovia es esto:
Veámoslo con calma:
1.- Para empezar, es acojonante que se diga que «cumplir la ley es un escándalo cuando esta es disparatada». No, lo escandaloso es no cumplir la ley. La ley, cuando es disparatada, se cambia. Mientras tanto, se cumple. Salvo que el señor Segovia defienda que es él (o un cuñado suyo, o los viandantes, o el pueblo en asamblea) quien decide cuándo algo es disparatado y no el parlamento español. Porque le recuerdo al señor Segovia que es la Ley del Banco de España la que habilita la capacidad normativa de la comisión ejecutiva del susodicho para determinar estas indemnizaciones.
2.- Da un poco de asco lo del «elitista» currículum. Por lo visto, lo mejor es que el secretario general del Banco de España, en vez de ser un abogado del Estado con formación y experiencia específica en banca, sea, no sé, por ejemplo, un periodista de El Mundo.
3.- Como es obvio, esa normativa (que me gustaría leer y saber cómo se justificó en su momento para poder hablar de ella con más conocimiento de causa), ya derogada, le puede parecer bien o mal al periodista o a cualquiera, pero resulta incomprensible su manía de centrar la cuestión en Alepuz (el «elitista»), cuando él no la aprobó (no tenía voto en la Comisión ejecutiva). Salvo que se pretenda (que es lo que creo, dado el tono del texto) insinuar que hay alguna ilegalidad.
4.- Por cierto, en la versión anterior, Segovia faltó a la verdad al afirmar lo del «presunto despido improcedente». Como creo que alguien le ha advertido, ahora ya no dice presunto, sino «cual despido improcedente». La putada es que vuelve a faltar a la verdad y es lo que pasa cuando uno se fija en el CV de alguien pero no piensa un poco lo que dice ( o no sabe lo que dice). Esto que dice es falso:
El alucinante Banco de España mantuvo, incluso en aquellos años de crisis, que sus altos cargos tenían derecho a 45 días por año trabajado, cual despido improcedente, aunque dimitieran.
La renuncia de Alepuz tuvo lugar en septiembre de 2011. En aquel momento no había entrado en vigor la reforma laboral del PP, entre otras razones, porque gobernaba Zapatero. Pues bien, el despido improcedente se indemnizaba con 45 días con un límite de 42 mensualidades. La normativa del Banco de España establecía en aquel momento (y esto es lo que se aplicó a Alepuz) que cualquier extinción (por la razón que fuera) llevaría aparejada una indemnización de 45 días con un límite de 24 mensualidades. No era, por tanto, como un despido improcedente ya que el límite era diferente.
Con lo fácil que era haber centrado la cuestión en una crítica a la normativa (que además, como norma general, se aplicaba a todos los que estaban en una situación similar). Algo para lo que, si pretendía hacer un buen trabajo, debería haber preguntado a los que la aprobaron. Yo no me voy a poner a especular, pero como he visto contratos de alta dirección con indemnizaciones previstas para situaciones muy diferentes, admito que puede que hubiera algunas razones, y que habría que incluirlas en una crítica, para no ser un sectario. Más aún cuando se trata de técnicos muy cualificados.
O, en su caso, haber hecho una auténtica investigación periodística sobre el origen de esas normas y sobre quiénes las impulsaron y su motivación, si es que cree que hay algún tipo de corruptela detrás. Naturalmente, no hace eso. Va a lo fácil: coge un informe del Tribunal de Cuentas, lo cita sesgado y llega a falsearlo, y al final termina tirando de lo fácil: del recurso a la indignación —hay que ver cuánto cobran— y el tiro al blanco a las «élites».